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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
9
Comedia Un fabricante catalán de porteros electrónicos viaja a Madrid, acompañado de su amante, para asistir a una cacería que él mismo ha organizado. Lo que pretende es relacionarse con gente de la alta sociedad española para promocionar su negocio. En la finca del marqués de Leguineche conoce a diversos personajes y vive multitud de situaciones tan absurdas como disparatadas. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La caza”, “Furtivos”, “Los santos inocentes”. Todos ellos son clásicos del cine nacional que tienen en común el haber recurrido a la metáfora cinegética para intentar explicar lo que fue nuestro país en una determinada época. El tándem compuesto por Luis García Berlanga y Rafael Azcona no quiso ser menos y con el mismo objetivo, echó mano de este recurso en la que habría de ser su primera película después de la muerte del dictador. Para el maestro valenciano y su inseparable guionista, España es un inmenso cortijo en el que cada cual sabe perfectamente el papel que ha de desempeñar. Unos mandan y los otros obedecen, que para eso están. Unos pringan y otros sacan tajada del pringado (víctimas y aprovechados que diría Billy Wilder).

Berlanga nos da la bienvenida a la democracia con la corrosividad y la acidez de siempre. Se permite ciertos lujos que antes no podía (relacionados principalmente con la parte de abajo). No es necesariamente su obra más corrosiva, pero ser la primera rodada tras la caída del régimen le da un plus. En el fondo, Berlanga nos está diciendo que nada había cambiado ni probablemente cambiaría en lo sustancial, tal y como por otra parte nos hemos ido encargando de comprobar con el tiempo. Con la llegada de las libertades, muchos creyeron ver el cielo abierto, que las cosas comenzaban a cambiar realmente. Berlanga no. Como tipo acostumbrado a bregar durante años y años con la censura y a hacer malabares para esquivarla, era plenamente consciente de que en este país hay cosas que es muy complicado que cambien así como así.

Leemos los periódicos, vemos los telediarios y pensamos que la realidad da para una película de Berlanga (para más de una de hecho). Tal cual. En la película, oímos diálogos que parecen haber sido escritos literalmente anteayer. Y se tocan temas que forman parte del actual debate público: la especulación, la corrupción, la Iglesia y sus connivencias, los derechos de linaje (y casi de pernada),… Y de postre, Catalunya, por supuesto. Puede que ahora los asuntos de estado no se diriman en las monterías y el escenario de estos consejos de ministros oficiosos haya sido sustituido por el palco de algún estadio de fútbol, pero en esencia la vida sigue igual.

El característico plano secuencia es aquí más arma arrojadiza que nunca, una excusa para que los personajes se apiñen en el plano y se pisen los diálogos reclamando qué hay de lo suyo. Es también la excusa perfecta para ver desfilar en pantalla toda una variopinta galería de personajes típicamente berlanguianos interpretada magistralmente por la troupe habitual del realizador. A la que, por cierto, se suma Bárbara Rey en un papel que demuestra que Don Luis era todo un visionario.
Juan Solo
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