Hay que ver cómo podemos llegar a ser los cinéfilos cuando nos ponemos. Fue enterarnos en su día de que Francis Ford Coppola se ponía a dirigir una comedia con Robin Williams y Jennifer López en el reparto y echarnos las manos a la cabeza poniendo el grito en el cielo. No puede ser, dijeron indignados algunos. Ni que decir tiene que la crítica más sesuda - y la no tan sesuda- también se despachó a gusto con este “Jack” allá por el 96 y la masacró de manera inmisericorde. Francis Ford es uno de esos directores a los que siempre se le tienen ganas. Evidentemente, “Jack” no se puede comparar con las grandes obras maestras del italo-americano y resulta una película muy menor dentro de su filmografía. Es uno de esos títulos, “alimenticios” los llaman, a los que el realizador se ha visto obligado a recurrir una y otra vez cuando ha necesitado resurgir de las cenizas siempre que se ha pegado un batacazo – no sólo financiero- por causa de empresas mayores. Carece por tanto de la ambición y del afán de trascendencia que sí presentan esos títulos mayores que todo el mundo tiene en la cabeza.

Por supuesto, tampoco se trata de ser condescendientes sólo por que en la película debajo del reglamentario “directed by” aparezca el apellido Coppola. “Jack” es lo que es, y habría que subrayar su carácter atípico dentro de la obra de su autor. Casa más con el espíritu de un Spielberg o de alguno de sus satélites (un Zemeckis, pongamos por caso); en ningún caso con el de Coppola a quien se le presume una mayor “frialdad” a la hora de rodar. Asimismo, la película rima con títulos como “ Big” ( Penny Marshall, 1988), “Hook” (Steven Spielberg, 1991) o incluso en otro bastante posterior como es “El curioso caso de Benjamin Button” que dirigirá David Fincher en 2008. “Jack” nos cuenta la historia de un niño encerrado en el cuerpo de un adulto con todo lo que eso conlleva para él y para quienes le rodean. El protagonista no podía ser otro que Robin Williams, obligado esta vez a crecer más deprisa de lo normal, todo lo contrario de lo que le ocurría con su personaje en la mencionada “Hook” que se resistía precisamente a ello; esa oda al “carpe diem” que es “Jack” sólo podía tener como protagonista a ese profesor que años antes había inoculado a los alumnos de un elitista colegio privado de Nueva Inglaterra el virus de exprimir la vida al máximo. Da cosa pensar que, después de todo, el pobre Williams acabara luego como acabó.

“Jack” está dedicada a Gia Coppola, nieta del director que hoy en día sigue los pasos de su abuelo y de su tía, y que en la fecha del estreno de la cinta contaba nueve años de edad. Acabáramos. “Jack” era “sólo” un cuento para contar antes de dormir, la de disgustos que se podían haber ahorrado los sesudos críticos de haberlo sabido antes. Y como cuento infantil que es, desde su aparente intrascendencia aspira a hacernos reflexionar sobre cosas tan profundas como las dificultades que acarrea la educación de los hijos, lo doloroso de madurar y crecer o la fugacidad de la vida. Pues lo mismito que “El Padrino 2”, oiga.