Un pozo encantado representa un pretexto ideal para que G. Mélès recree en la pantalla las mil facetas de su imaginación creadora argumental y cinematográfica.
Lo fantástico se convierte en cotidiano en el lugar más inesperado y el dislate que oscila entre lo terrorífico y lo cómico deja su impronta para que el público continúe aumentando el caudal de su experiencia fílmica con aquellas películas.
Un decorado muy artístico, una acción que trascurre a todo ritmo, una trama compleja y la presencia de seres extraños que pululan a sus anchas componen el referente de una pieza inolvidable del cine mudo.