Sorpresa en la pantalla desde los primeros minutos porque esa creatividad desbordante, que no se parece a casi nada anterior, elabora un discurso fílmico con filosofía de buen psicólogo y talento de excelente cineasta.
E. Subiela tiene la palabra.

La película se nutre de sugerencias densas, de propuestas ambiciosas y de una osada teoría pero, sobre todo, su valor se acrecienta porque sabe beber en las fuentes de la intensidad narrativa, se sustenta en la certeza de quien sabe lo que quiere decir y escribe su mensaje con perspicacia cinematográfica, dominio de la escena y suficiencia formal.

Simbolista, hermosa, vitalista, original, inesperada y provocadora.
Sorpresa en la pantalla con música de saxo al fondo.