A la película le falta armonía narrativa y sentido de la proporción por lo que resulta lenta, algo deslavazada y de ritmo desigual.
Además el argumento es sólo discreto y el guión anda justo de mérito y eso indujo a R. Aldrich a incurrir en lagunas de contenido y concesiones a lo extravagante.

El largometraje se salva por su estupenda ambientación, por detalles de una fotografía extraordinaria, por el evidente valor dramático de algunas escenas y por la historia en sí misma. Historia que hubiera tenido mucha mejor imagen en la pantalla si se la hubiera despojado de tantos aditamentos innecesarios que acabaron lastrando su fluidez.
A veces más es menos.