Magnífico ejemplo para comprobar cómo una portentosa interpretación consigue dignificar un guión discreto. Destaca Carey Mulligan que, interpretando a Jenny, una brillante estudiante de 16 años con aspiraciones de entrar en la Universidad de Oxford, es capaz de sacar un torrente de sutiles matices a su personaje: inocencia, feminidad, elegancia, aplomo e insolencia son plasmados por esta, con una sutileza y una brillantez absolutamente pasmadoras. Estamos ante una estrella en ciernes. Alfred Molina, por otro lado, interpreta a su bonachón e ingenuo padre,otro gran gran trabajo, (espectacular la escena de la taza de té con galletas). Otro trabajo a destacar es ese personaje pillín, pijo y seductor, Peter Sargaard, capaz de confundir tanto a la joven chica, como al espectador.
Por lo demás, si bien es verdad que la historia tropieza en abundantes clichés, ya vistos en otras películas, debemos reconocer que resulta emotiva. Sobretodo su desarrollo final, que contiene un bonito mensaje con moralina. A este que escribe, padre de una adolescente, se le saltó alguna que otra lagrimilla.