Segunda película en hollywood para el maestro de la escuela de Lódz. Conocido ya en la escena cinematográfica internacional, se embarca en una historia clásica del cine de los 40. Una muestra pura de cine negro de toda la vida, con un guión enrevesado y un protagonista caracterizado como detective privado. Que se verá envuelto en una trama de misterios, engaños y codicia. Polanski consigue solventar con nota, sin aportar demasiado su mundo, todo hay que decirlo, una historia que alcanza cotas del mejor cine negro de siempre.
Con un diseño artístico exquisito, muy detallista y cuidando la escena del mundo de finales de los 30. Polanski llena la pantalla, de momentos grandiosos y encuadres asombrosos, emulando en alguna escena suelta al gran Hitchcock, de una manera similar.
La trama cuenta con 3 personajes que sobresalen, encarnados por Nicholson,Dunaway y el viejo Huston. La figura dibujada por los 3 es magnífica. Nicholson como detective cínico, irreverente, despierto y melancólico a la vez, en una búsqueda obsesiva de conocer el germen de la cuestión. Dunaway borda un papel que solo unas pocas actrices podrian haber resuelto como la genial rubia. Fría, calculadora y bella. Y que decir del viejo John, el eterno borracho, el director de vieja escuela, que forma un papel malvado, cruel y repugnante.
Todo este conjunto como cabía sospechar forman una obra memorable, clásica desde un primer visionado. Pero, que señalando de forma más concisa, cuenta con algún pequeño tropiezo. Su parte final por ejemplo, me parece que es resuelta de forma algo apresurada, para lo que esta gente nos han estado preparando en todo el transcurso. Aparte, el guión a veces es demasiado rebuscado, y te deja fuera de juego en algún instante.
En computo global, es una cinta deliciosa, una soberbia revisión del cine negro de la mano nada más y nada menos que del genio Polanski. Que añade una vez más su rubrica en los anales del celuloide.