Desde mediados del siglo XX y, en especial, a lo largo del pontificado de San Juan Pablo II, se fue difundiendo por todo el mundo el rezo de la llamada “coronilla de la Divina Misericordia”. Esta devoción, inspirada por Dios a la joven religiosa polaca Sor Faustina Kowalska, recuerda y anima a los cristianos a confiar en el Corazón misericordioso de Cristo. Un mensaje que, con los sucesos dramáticos del siglo pasado, y con la que está cayendo en lo que llevamos del actual, ha calado muy hondo en la piedad de los cristianos de los cinco continentes.

El film que ahora se estrena se centra en la difusión de dicho mensaje, incidiendo en las consecuencias de paz y esperanza que dicha convicción provoca en el alma humana. Para ello, recorre la vida de Sor Faustina, desde el inicio de su vocación, su temprano fallecimiento y el complicado camino que la devoción a ella comunicada tuvo que seguir para alcanzar la difusión que Dios quería.

Michał Kondrat, guionista y director, ha elegido como género el docudrama, de manera que puede alternar los testimonios directos de expertos y conocidos de los protagonistas con la dramatización de la historia. El resultado es claro y eficaz pero fílmicamente muy pobre y algo caótico. Tal como ya hiciera en Dos coronas, Kondrat se centra en el mensaje y confía en él para que tire por sí solo de la película. La fuerza del mensaje de Kowalska, en la línea del impacto que producía la vida de Maximiliano Kolbe, garantiza el interés de estos dos proyectos y el apoyo y complicidad del espectador.

Es una pena, sin embargo, que, solventado el objetivo de transmitir un mensaje, se hayan descuidado tanto los demás elementos cinematográficos.

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