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Voto de Revista Contraste:
4
Thriller. Drama Judith lleva una doble vida entre Suiza y Francia. Por un lado, Abdel, con quien está criando a su hija en común. Por el otro, Melvil, con quien tiene dos hijos un poco mayores. Poco a poco, este frágil equilibrio hecho de mentiras, secretos e idas y venidas se va fracturando. Ante el desenmascaramiento, Judith elige la huída hacia adelante. (FILMFFINITY)
14 de enero de 2022
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madeleine Collins presenta una historia compleja y exige al espectador un trabajo excesivo, que no es suficientemente recompensado en su resultado final.

La trama de una persona, mujer en este caso, que lleva una doble vida –con dos familias distintas en dos países distintos– no es nueva y, de hecho, es un tema habitual en series y telefilms de sobremesa.

Para distinguirse del subgénero, Antoine Barraud introduce, paulatinamente, algunos detalles diferentes, como el hecho de que las otras parejas conocen algo de la existencia de quienes conviven con Judith (la protagonista) en el extranjero. Lejos de aumentar el interés, lo que provocan estas revelaciones esporádicas es una mayor confusión del público y cierto desaliento al comprobar que las nuevas puertas que se abren en el relato llevan, inexorablemente, a otros callejones sin salida.

Toda gira, como es lógico, en torno a Judith. Interpretada correctamente por Virginie Efira, tiene fuerza y una apariencia subyugante. Sin embargo, conforme avanza el metraje, la ausencia de un fundamento psicológico o histórico a su comportamiento ocasiona que el atractivo se convierta irritabilidad. Se hace muy difícil acompañarla en sus desvaríos y se anhela un final que llegue pronto, sin importarnos el destino definitivo que sufra.

La debilidad del guion se manifiesta también en la segunda mitad de la película, cuando empieza a arrojar alguna luz sobre la narración. Para ello, usa distintos métodos: un manido flashback y, más interesante pero igual de ineficaz, la aparición del director israelí Nadav Lapid en el personaje de Kurt, para evidenciar la fascinación que Judith produce en los demás. Estas explicaciones, aparte de ser poco clarificadoras, llegan tarde y no consiguen levantar el interés.

Es cierto que, durante la primera parte del film, Barraud logra imprimir al relato una tensión creciente que intriga al espectador, favorecida también por el buen hacer de todos los actores. Prolongar la tensión privando a la audiencia de cualquier información es lo que, finalmente, autodestruye el proyecto.

www.contraste.info
Revista Contraste
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