Estamos ante la quinta película de la saga que empezó en 2013 y que ha dado a luz también a una serie de televisión. Cuando uno piensa que ya no se puede decir nada nuevo o ser capaz de abundar en lo mismo, hay cineastas como James DeMonaco que sorprenden y se atreven, quizá en aras de la recaudación y de un público que se recrea en parábolas algo deficientes en narrativa y con excedentes de sangre y balas.

Esta vez, el creador de esta franquicia de tintes apocalípticos confía en un director casi novel en el largometraje, Everardo Gout, para hacer una revisión del argumento al hilo de la América contemporánea.

Si se notaba cierto agotamiento en las Purgas estrenadas hasta la fecha así como la recurrencia abusiva al supremacismo blanco para elaborar un guion, con esta entrega DeMonaco busca cierta renovación al girar las tornas en algunos rasgos de su alegoría sobre el acogido y el acogedor, o sobre la analogía entre grupos de personas guiados por el miedo independientemente de su procedencia.

Eso sí, el film continúa aprovechando su metáfora para fascinar al espectador ávido de violencia, como si la retórica y su fin salvaran al producto de excesos demasiado abundantes y mimados por la cámara.

Por otra parte, destaca cierto esfuerzo en el casting; por un lado, en introducir en el elenco alguna cara más conocida y, por otro, por lograr cierta variedad de registros, aunque sea para manejar armas y correr.

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