Tras el reinicio de la franquicia de Saw con Jigsaw (2017), todo apuntaba a la expiración de la que ha sido una de las sagas de terror más sangrientas y macabras de las últimas décadas.

Spiral, sin embargo, regresa para devolver el cinismo y los sucesos retorcidos a la gran pantalla. Esta vez, en un tono más “ligero” y a través de un guión rápido que pone el foco en la corrupción policial y la justicia social que tanto caracteriza las entregas de Saw.

Un elenco destacable formado por el carismático Chris Rock, que interpreta al detective principal Zeke Banks; un mítico Samuel L. Jackson como Marcus Banks, el exjefe de policía idolatrado y padre del protagonista; y los personajes secundarios de Marisol Nichols, como capitana de policía, y el socio novato de Banks interpretado por Max Minghella, aportan credibilidad a la trama y ofrecen un aire fresco a una saga en que el reparto no suele ser lo más recordado.

Como en todas sus entregas, eso sí, el film está repleto de violencia, juegos sangrientos y escenas sádicas y despiadadas. Aún así, en esta ocasión Bousman –quizás de manera inconsciente– se aleja de ese escenario excesivamente violento, en un intento de madurar argumentalmente un tema muy presente en la sociedad: la corrupción policial. El nuevo asesino en serie, discípulo de JigSaw, trata de realizar una depuración de la institución policial y pone a prueba a un detective que ha vivido de cerca la brutalidad y la corrupción del cuerpo.

A pesar de que nos encontramos probablemente ante la entrega menos sangrienta de la saga, no deja de ser una película desmesuradamente sangrienta y cínica para aquellos que no son seguidores de Saw.

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