Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Revista Contraste:
4
Drama Verano del 76. Una ola de calor está provocando que el campo suizo se seque a toda velocidad. En un ambiente sofocante, Gus, que tiene trece años y es hijo de un granjero, ve cómo su entorno familiar y su inocencia se resquebrajan: está viviendo el fin de un mundo. (FILMAFFINITY)
31 de marzo de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El final de la infancia, tanto en la literatura como en el cine, siempre ha sido un fructífero sustrato sobre el que elaborar historias cercanas y humanas, aunque con desigual profundidad. Como todo cambio, el paso hacia la adolescencia y, seguidamente, a la vida adulta, supone una crisis con suficientes elementos dramáticos como para que el artista disfrute describiendo ese siempre complicado proceso.

El planteamiento de la realizadora suiza Delphine Lehericey resulta prometedor en fondo y forma, al preparar una localización para su protagonista con cierto grado de originalidad: el calor asfixiante, una zona rural que inicia torpemente el desarrollo tecnológico y que no se ve aislada de los modos de vida que se van imponiendo en los 70.

No obstante, una vez diseñado el escenario, Lehericey (más que situar) arroja a su protagonista contra el suelo reseco y, a la misma velocidad con que recorre las carreteras con su bici, se ve zarandeado por una serie de hechos que a la directora y al guionista se les van totalmente de las manos.

Enfrentarse a la muerte del ganado y a la sequedad del maíz funciona como fin de una etapa vital. Sin embargo, su uso reiterativo y agresivo le acaba restando la sutileza de la metáfora. Por otro lado, el fin de la estabilidad familiar con la descarnada, y muy mal explicada, relación lésbica de su madre provoca un desconcierto tal que la empatía hacia el drama de ella o la desubicación de Gus es sustituida por la sensación de estar ante una tomadura de pelo.

Quizá lo que desdiga del film no sean tanto las ideas del relato, bastante brutales pero posibles, sino el modo errático y poco argumentado con el que se plantean, haciendo que una historia fundamentalmente humana esté contada a través de unos personajes poco construidos, sin matices ni evolución. De esa manera, el film se vuelve inverosímil y el trabajo de los actores (del joven Gus y de su padre, interpretados por Luc Bruchez y Thibaut Evrard, que son los únicos que se salvan) ineficaz.

Lamentablemente, también se desperdicia una estupenda fotografía, sugerente en cuanto al granulado que emula al de la época y algunos planos que, con otro guion, hubiesen sido fascinantes.

www.contraste.info
Revista Contraste
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow