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Voto de Revista Contraste:
6
Thriller. Drama Verano de 1978. Ignacio Cañas (Marcos Ruiz) es un estudiante de 17 años introvertido y algo inadaptado que vive en Girona. Al conocer al Zarco (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en una carrera imparable de hurtos, robos y atracos. Es la historia en la que Nacho se hace mayor, cruzando la línea que hay entre el bien y el mal, entre la justicia y la ... [+]
8 de octubre de 2021
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Daniel Monzón vuelve a adaptar una novela, esta vez ambientada en 1978, un periodo de mucho cambio en España. De hecho, esa transformación se refleja no solo en el contexto del camino de la dictadura a la democracia, sino que se revela también a través del paso de la adolescencia a la edad adulta de los protagonistas.

La historia se sitúa en la transición, tanto del gobierno como de la sociedad. Por un lado, recrea muy bien la época a través de los coches, el vestuario y los accesorios. Asimismo, muestra el mundo quinqui de entonces, con sus pandillas y robos, y los primeros tonteos con las drogas, en un intento de búsqueda de libertad. Pero todo eso desde el punto de vista de un chico de clase media, que no pertenece a ese microcosmos.

En ese escenario se presenta al rol principal: un joven inseguro, que sufre bullying en su escuela y se topa de golpe con un grupo marginal, del barrio chino. Es ahí donde encuentra el apoyo y la acogida que no tiene en su entorno y también donde descubre a su primer amor adolescente, que le hace introducirse en una rueda de delincuencia y violencia donde se ve obligado a tomar decisiones serias y a madurar de golpe.

A partir de ahí se desarrolla un thriller con buen ritmo, escenas de acción maravillosas, un poco de suspense y un toque de humor. Además, gracias al dinamismo y a la banda sonora, la larga duración no se hace pesada. El único incoveniente es que quizá no da pie a reflexionar sobre esa fina línea que separa el bien del mal y que se traspasa por momentos. Algunos personajes parecen condenados sin remedio a una vida en el foso, mientras que otros, por más que jueguen con fuego, tienen la simpatía tanto de la policía –en la trama– como del espectador –fuera de la pantalla–, dispuestos a disculparles un desliz que a otros se les hubiera reprobado.

Probablemente el film también peca de una fotografía demasiado luminosa para un relato tan oscuro y de que algunas de sus resoluciones son precipitadas. No obstante, cuenta con una frescura singular, principalmente aportada por el elenco –poco conocido–, que interpreta sus papeles con precisión, naturalidad y una honestidad que logra entristecer a la audiencia con lo sucedido.

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