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Voto de Revista Contraste:
7
Comedia Narra las peripecias de los habitantes de un imaginario pueblo castellano enclavado en el centro del País Vasco llamado Tellería, que desea, tras 700 años de historia, pasar a ser parte del territorio vasco. Tras la negativa del gobierno, un curioso hallazgo en el santuario del pueblo originará que los osados habitantes de Tellería pidan su anexión, nada menos que a uno de los países más ricos del mundo: Suiza.
26 de abril de 2019
6 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arranca la película y nos encontramos en un pueblo con simpáticos –y quizá un poco rudos– ciudadanos que llevan boina, hablan a partes en euskera, agitan la ikurriña y repiten alegremente “gora Euskadi”. Pero no es Ocho apellidos vascos, aunque ahí esté Karra Elejalde. Y a pesar de ver cómo esperan al lehendakari, tampoco es el País Vasco. Tellería es ni más ni menos que un pueblo de Castilla y León. Sin embargo, sus habitantes no se sienten parte de esa comunidad, y el film inicia cuando deciden proclamarse vascos.

Este preámbulo, que se presenta tan divertido, y a la vez tan alocado, no sorprende lo más mínimo debido a la actualidad de la situación que enmarca. Kepa Sojo ha sabido transformar unas circunstancias que pueden resultar irritantes (en la vida real) en un producto de entretenimiento, lleno de ironía y de humor. Y es que el sentimiento vasco dura un cuarto de hora. En cuanto se descubre que Tellería podría tener un pasado suizo y se escuchan las palabras “paraíso fiscal”, los vecinos empiezan rápidamente a utilizar palabras en alemán, hacerse a los cantos tiroleses e incluso a rotular de nuevo el pueblo.

Lo poco que funciona de la trama es en parte gracias a su reparto, ya que la idea es poco original y parece extraída de cintas anteriores. Con un buen inicio, el ritmo acaba decayendo y mayoritariamente se centra en explotar los tópicos de los pueblos y recrearse en chistes, algo que ya se ha hecho varias veces. Casi todo el humor lo aportan los papeles secundarios, interpretados por famosos actores vascos, ya que los personajes (especialmente los protagonistas) son bastante planos.

El largometraje no se salva de incluir abundantes palabras vulgares, romance forzado, situaciones absurdas y coyunturas repetitivas. No obstante, su principal –y parece que único– objetivo, que es provocar una carcajada, o al menos una sonrisa, sí lo consigue. Y, todo hay que decirlo, está muy bien ambientada. Los detalles están bastante cuidados y hacen que un mismo escenario pueda parecer vasco o suizo de un momento a otro.

La pequeña Suiza es una comedia que entretiene sobre todo gracias al elenco que trabaja los estrambóticos roles secundarios. De todas maneras, a pesar de la poca novedad y la planicie cinematográfica, el relato es actual, no decepciona y hace pasar un buen rato.

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Revista Contraste
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