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Voto de Revista Contraste:
4
7 de noviembre de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realizadora mexicana Alejandra Márquez Abella adapta para el cine la novela homónima de Guadalupe Loaeza escrita en 1987. En ella, describe la vida de un grupo de mujeres de la alta sociedad mexicana y cómo fueron sintiendo la crisis económica que golpeó duramente a México en 1982.
Mediante el personaje de Sofía, férreamente interpretado por Ilse Salas, desfilan ante el espectador ese grupo de mujeres (y de los hombres que las sustentan) que viven por y para demostrar su posición social. Márquez sabe plasmar con sutileza los comedidos engranajes de la superficial pero dura obligación a la que se autosometen las protagonistas en su día a día, entre los partidos de tenis, las sesiones estéticas y las fiestas nocturnas. Contemplando a Sofía, el espectador se sorprende al darse cuenta de que la de Las niñas bien es una vida que no se disfruta, ya que se obligan a sí mismas a vigilarse al milímetro para no ceder en nada a la vulgaridad o a la pérdida de poder.
Siendo una realidad habitual, hay muy poco de humano en esa situación y el film consigue transmitir tristeza y desazón ante esa existencia económicamente envidiable, aunque humanamente desalentadora.
El problema, y es una pena ante el estupendo trabajo fílmico de Alejandra Márquez, es que es una historia demasiado vista, con la que es difícil que el público conecte, por la época, por la problemática y, mucho menos, por la empatía con los personajes, de los que solo se salva, un poco, el de Ana Paula.
www.contraste.info
Mediante el personaje de Sofía, férreamente interpretado por Ilse Salas, desfilan ante el espectador ese grupo de mujeres (y de los hombres que las sustentan) que viven por y para demostrar su posición social. Márquez sabe plasmar con sutileza los comedidos engranajes de la superficial pero dura obligación a la que se autosometen las protagonistas en su día a día, entre los partidos de tenis, las sesiones estéticas y las fiestas nocturnas. Contemplando a Sofía, el espectador se sorprende al darse cuenta de que la de Las niñas bien es una vida que no se disfruta, ya que se obligan a sí mismas a vigilarse al milímetro para no ceder en nada a la vulgaridad o a la pérdida de poder.
Siendo una realidad habitual, hay muy poco de humano en esa situación y el film consigue transmitir tristeza y desazón ante esa existencia económicamente envidiable, aunque humanamente desalentadora.
El problema, y es una pena ante el estupendo trabajo fílmico de Alejandra Márquez, es que es una historia demasiado vista, con la que es difícil que el público conecte, por la época, por la problemática y, mucho menos, por la empatía con los personajes, de los que solo se salva, un poco, el de Ana Paula.
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