El origen de esta película está en la Trilogía de la indignación que, en su momento cosechó, cierto éxito teatral a nivel internacional. Corría el 2008 y, quizás, entonces sí fue algo perturbador que clamaba reflexión. Hoy por hoy, la cómica denuncia de los abusos que comete el capitalismo expresada tal y como nos la sirven en este film está ya sobrepasada.

Queriendo ser una comedia de indignados, no logra aportar debate, ni nuevas ideas; es un más de lo mismo disfrazado de surrealismo tosco. Las situaciones que plantea apenas arrancan la risa y cuando lo hacen es porque el buen oficio del cartelazo que puebla estos 75 minutos de metraje nos trae a la mente papeles de otros costales.

Es una película que plantea preguntas que ya sabemos, sin inyectar la energía que necesitamos para seguir buscando respuestas.

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