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Voto de Revista Contraste:
8
Drama En Japón, en un futuro cercano, el envejecimiento de la población se acelera. El gobierno estima que, a partir de cierta edad, los mayores se convierten en una carga inútil para la sociedad e implementa el “Plan 75”. Dicho programa propone a los ancianos un acompañamiento logístico y financiero para poner fin a su vida. Una candidata al Plan 75, Michi, un reclutador del gobierno, Hiromu, y una joven auxiliar de enfermería filipina, ... [+]
28 de abril de 2023
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plan 75 es una escalofriante crónica sobre algo que, desgraciadamente, ya no pertenece al terreno de ciencia-ficción y está más cerca de lo que parece. La (ficticia… por ahora) iniciativa gubernamental para facilitar que los mayores de 75 años pidan la muerte voluntariamente y en masa, con el único fin de aliviar una economía lastrada por el envejecimiento de la población, adquiere, en manos de la directora japonesa Chie Hayakawa, rasgos de espeluznante y temible verosimilitud a la vez teñidos con un esperanzador lirismo.

Hayakawa describe la situación a través de una serie de personajes a los que coloca, como punto de partida, en uno de los lados del drama. Por un lado, la anciana Michi y sus amigas, o el anciano Yukio, enfrentados a la pobreza y, sobre todo, a la soledad. Por el otro, Hiromu o María, jóvenes que trabajan con dedicación y honestidad para que el diabólico plan salga adelante, por convicción o como una manera rentable y segura de ganarse la vida. Pronto la fricción de ambos mundos, de las vidas concretas y personales de cada uno de ellos, provocará un cortocircuito emocional capaz de empujarles a tomar diferentes decisiones.

Este proceloso relato está planteado por Hayakawa con un calmado realismo que recuerda al de Nunca me abandones, el film dirigido por Mark Romanek en 2010 sobre una novela de Kazuo Ishiguro, presentando también un posible futuro deshumanizado. Los protagonistas de Plan 75 se mueven tranquilamente, con el costumbrismo propio del cine de Ozu y la cotidianeidad familiar de Kore-eda. Y a través de esa amable cercanía, Hayakawa nos asesta un poderoso hachazo advirtiéndonos de las consecuencias de una vida sin amor, sin respeto a la dignidad humana y desligada de lo que verdaderamente son, y llena a cualquier persona de cualquier lugar, época o edad.

Puede sorprender la frialdad con la que los realizadores parecen explicarnos la historia, incluso podemos quedarnos con la duda de que el plan les parezca mal. Sin embargo, es indudable que, en cuanto las personas se miran a la cara, se tratan con cariño, respeto o, simplemente educación, y levantan la vista de los bienes materiales, todo cambia. Para bien.

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