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Voto de Revista Contraste:
6
Drama Viena, 1938. Los nazis acaban de anexionarse Austria y el notario Josef Bartok sabe que está en grave peligro. Mientras se prepara para huir, es detenido por la Gestapo y encerrado en un hotel reconvertido en prisión. Solo saldrá de allí si colabora con los nazis. Bartok no está dispuesto a ceder. Pero aislado, la soledad empieza a hacer mella en él hasta que consigue robar un libro de ajedrez, que será su punto de apoyo para mantenerse ... [+]
11 de febrero de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El escritor austriaco Stefan Zweig es un habitual de las adaptaciones cinematográficas. Sus libros han dado lugar a películas tan relevantes como Carta de una desconocida, 24 horas en la vida de una mujer o incluso, tangencialmente, El Gran Hotel Budapest. Un año antes de su muerte, Zweig escribió Novela de ajedrez, un relato breve, intenso y elegantemente escueto, en el que ofrecía un durísima e incisiva denuncia del nazismo, envuelta en la tranquilidad de un crucero de Nueva York a Buenos Aire que estaba amenizado con partidas de ajedrez. Unos meses después, desesperado por las victorias de Hitler, el escritor decidió quitarse la vida.

El director alemán Philipp Stölzl, consciente de la fuerza de la historia y la vigencia del mensaje, realiza una nueva adaptación de este libro, con la ayuda del guionista Eldar Grigoria. Era necesario, para dar consistencia al film, ampliar la concisa información que Zweig da sobre la vida de los protagonistas y los sucesos acaecidos. Es lógico, por tanto, que Stölzl cambie el punto de vista y se centre en la figura de Bartok, el señor B en la novela, en detrimento de Czentovicz, el campeón de ajedrez, ya que es el primero el que sufre la violencia de la represión nazi tras la anexión de Austria.

Lo que no tiene tanto pase es que los realizadores reduzcan el papel que el libro de ajedrez y las partidas mentales (que memoriza y juega Bartok) tienen en el proceso de liberación y autodestrucción de su rol, y que suponen el eje sobre el que pivota la acción. Siendo una opción válida, termina por descompensar su impacto dramático.

La primera mitad de la cinta funciona a la perfección. Presenta al personaje mediante un correcto flashback, recrea con eficacia el ambiente social de Viena en el momento del Anschluss y plantea el juego entre pasado y presente, sueño y realidad, que constituye el vehículo elegido para desarrollar la historia.

En la segunda parte, sin embargo, el discurso pierde pie. Al haberse centrado en el cautiverio de Bartok, pero sin darle el correspondiente peso que en él tuvo el ajedrez, en el momento en el que ambos aspectos deben estallar durante el viaje en barco, la conmoción de la eclosión disminuye, se hace menos comprensible y, por lo tanto, pierde fuerza dramática.

Quizá consciente de ello, Stölzl huye hacia adelante, acelerando y multiplicando los procesos paralelos. Su experiencia en el mundo del video musical le sirve para que dicho paroxismo final sea sobrecogedor y subyugante, aunque conduzca a un término incomprensible que, una vez más, desconcierta.

De todos modos, todas las carencias, excesos o espacios en blanco de este largometraje no le restan ni un ápice de interés ni deja por ello de implicarnos en una reflexión necesaria acerca de la libertad, de los mecanismos mentales para mantener la cordura, del instinto de supervivencia, la valentía o de la crueldad de quien se ve, de repente, en una situación de superioridad. Y, por supuesto, deja con más ilusión aún por leer, o releer, la novela.

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Revista Contraste
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