El inicio de Wind River es prometedor. Buen anclaje, que no es poco, para irse acomodando a una trama que reincide con buen razonamiento y empatía hacia el espectador en la segregación legalizada de los indios nativos americanos, esos borrachos drogodependientes y vagos con Sanbenito eterno que viven maravillosamente en las reservas donde ni Cristo se atrevería a perder la chancla. De ahí el mensaje final... No está mal, y aunque como mero espectador poco puedo hacer por esa gente nativa reglamentariamente "sacrificada" y después apartada hacia su previsible extinción, Wind River me ha "pescao" porque tiene algo más que otros westerns elementales en los que matar indígenas es muy normal, un hecho muy bien aceptado y a estas alturas ya perfectamente asimilado. Es lo que tiene crear el mito, la leyenda de unos seres abominables que cortaban cabelleras casi por placer.

El argumento es sencillo, muy sencillo, situado en unos parajes helados y solitarios donde las hormonas masculinas tienden a desquiciarse por abuso de soledad, que junto al terrible aburrimiento que estira hacia la malicia, la facilidad y la cercanía de las armas de fuego, la agente inexperta del FBI, la mujer casi adulta que se lía con un maduro y el cazador vengador consentido por ley, todo ello lo calzamos en unos parajes con vistas de documental más el trasfondo de la denuncia social y tenemos el entretenimiento asegurado.
No cabe duda que la mezcla es efectiva gracias a unos diálogos serios y unas buenas actuaciones, quizás mejorables con un guión más depurado para evitar caer en lo reiterativo de las situaciones violentas, esas que parecen iniciarse con un estornudo. Si no fuera por esa falta de credibilidad, le habría puesto mejor nota.

Buena película. 7,1