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España España · Madrid
Voto de Ethan:
10
Drama. Comedia. Romance Un rico aristócrata duda si abandonar a su amante para conservar el amor de su esposa, una mujer cortejada al mismo tiempo por su confidente y un famoso aviador. En el trascurso de una cacería de fin de semana en Sologne y de una fiesta, las intrigas amorosas de señores y sirvientes se mezclarán desembocando en un hecho inesperado. (FILMAFFINITY)
23 de octubre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La regla del juego se inicia con unos versos de Beaumarchais que introducen al espectador en el núcleo de la cuestión: los juegos amorosos, sexuales y los convencionalismos más estrictos en un universo social jerarquizado, en donde todo el mundo debe ocupar el sitio que le corresponde; cada lugar cuenta con características y reglas propias, protocolos inalterables sobre lo que puede y no puede hacerse, aunque nadie cumpla finalmente con lo establecido como correcto. Una sociedad enferma en donde nadie se somete y sigue con rigor sus propias reglas, con tendencias que condenan al olvido la fidelidad, la honestidad y la caridad, “Lo que es terrible en este mundo… es que todos tienen sus razones”, exclama Octave (interpretado por el mismo Renoir) al entender con cierta autoindulgencia los extravagantes comportamientos de los demás.

Los diálogos de los personajes respiran libertad, al igual que en las obras francesas del XVIII. En La regla del juego cada cual expresa sus opiniones libremente; no se conversa sobre los convulsos momentos políticos que se viven, ni de la crisis económica de aquellos años, ni de problemas laborales… sino sobre la atracción sexual, las relaciones de pareja, sobre fiestas de disfraces y de batidas de caza… es un islote en una época de pesadumbre y temores en donde parece que todo lo exterior al universo recreado por los personajes estuviera demasiado lejos o no tuviera nada que ver con ellos. Un mundo cerrado, autosuficiente y en el cual sólo importasen las sensaciones, el amor, incluyendo las infidelidades, la amistad y el sexo, tratados con una doble moral, un acentuado cinismo escondido en una falsa tolerancia. Bajo su apariencia benigna, la historia ataca a la estructura misma de la sociedad.

La regla del juego describe a unos individuos agradables, simpáticos… pero en su globalidad representan a una sociedad en descomposición. Renoir no concibió una historia como tal, sino diferentes hechos y circunstancias que se van cruzando en un mismo lugar, la mansión La Colinière, cerca de París, y que afectan a distintos personajes representativos de las distintas clases sociales y el paralelismo existentes entre ellas al compartir problemas comunes de índole sentimental. Son personajes débiles ante las tentaciones, atraídos por la suerte que les lleva en brazos de otros sin sentimientos de culpa por ser infieles, encantados por el puro placer de flirtear, de conquistar. Las diferencias entre las clases sociales se disipan, se convierten en un mal endémico donde no existe ningún valor cívico, y los protocolos, las genuinas reglas del juego, se ven difuminados hasta desaparecer; incluso los comportamientos son idénticos en ambas direcciones, como demuestra la escena en donde Marceau y Schumacher se pelean por Lisette y al mismo tiempo hacen lo mismo el conde de La Chesnaye y André Jurieux por Christine, como animales defendiendo su territorio y disputándose la supremacía del grupo. Amos y criados se comportan de la misma manera, exhibiendo los mismos defectos.

En el aspecto formal, la película se caracteriza por ser una proeza de técnica cinematográfica, un ejercicio brillante de depuración para su tiempo. La puesta en escena de Renoir es brillante. Utiliza su habitual plano-secuencia; confía en la espontaneidad y frescura de sus intérpretes y, sobre todo, usa de forma magistral la profundidad de campo, un recurso que adquiere una trascendencia fundamental en la película, unos años antes que Orson Welles lo utilizara de igual manera en Ciudadano Kane, y que le sirve para disponer a los personajes por el decorado en varios planos y materializar el movimiento. En suma, una extraordinaria lección de cine que influyó directamente en las obras de otros grandes directores, como Alain Resnais o Luis García Berlanga. Imprescindible.
Ethan
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