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Argentina Argentina · santa fe
Voto de rouse cairos:
6
Drama. Romance Cuando un asesino a sueldo español, ingresado en un hospital de Buenos Aires, se da cuenta de que está a punto de morir, se escapa y se dirige al norte atravesando todo el país. Huye por carreteras secundarias en una especie de tranquila peregrinación que tiene algo que ver con una moderna novela de caballerías. Una mujer que ha encontrado en la carretera será su escudero en este continuo avanzar huyendo de la muerte y corriendo, al ... [+]
18 de noviembre de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Narrador de singulares fábulas urbanas, el realizador español Javier Rebollo (“Lo que sé de Lola”, “La mujer sin piano”), presenta su tercera película, una comedia inverosímil y rara, que no transcurre en algún país europeo sino en la Argentina, rodada en forma de road-movie a lo largo de 5.000 km, desde Buenos Aires hacia el Noroeste argentino.
La película dio su puntapié inicial en 2012, en el Festival de Mar del Plata, donde cosechó muchos elogios. Luego de dos años de atravesar prestigiosos festivales cinematográficos, se estrena finalmente en el circuito comercial.
La propuesta es un particular viaje crepuscular con extraño sentido del humor, que se tiñe de melancolía y salpica de acidez políticamente incorrecta. El protagonista es Santos, un veterano killer profesional (José Sacristán) quien enterado de que le queda poco tiempo de vida se embarca con un cargamento de morfina en un Ford de los setenta para realizar un imprevisible viaje final, lleno de enredos y vueltas de tuerca.
A pesar de que participa del formato de road-movie y de tópicos del género policial, la narración no transita por caminos esperables ni conocidos, empezando por la omniprescente voz en off que interactúa y por momentos se anticipa a la acción, lo que lo hace un hueso duro de roer para un espectador desprevenido que no esté acostumbrado a formas no clásicas de narración.
En su mirada a las desventuras de un antihéroe y su viaje sin regreso, el film oscila entre lo novedoso, lo pintoresco, lo profundo y lo experimental, en un tono que va de lo paródico a cierta tristeza leve que siempre evita la tragedia de la muerte inminente con la que convive.

El punto de vista elegido por Rebollo jamás apela a la compasión sino a la distancia de lo tragicómico. Entre realismo costumbrista y surrealismo, las verosimilitudes se van esfumando y el relato nos hace trampas, mientras aparecen propuestas como la de introducir algunos personajes de forma antojadiza y se imponen conductas inesperadas como una golpiza en un bar santiagueño, mediada por un paso de baile.
Pero lo que aleja al film de sus defectos y potencia sus virtudes es la actuación de Sacristán. En medio de un guión tan artificioso, logra darle a su personaje toda la humanidad para este viaje hacia la nada o hacia el autodescubrimiento de la libertad de ya no ser, sin pasado, sin futuro ni regreso.

En su primera mitad, el film se ve con interés por la construcción poco convencional de su guión, pero luego la sucesión de situaciones, algunas demasiado oscuras, terminan por abrumar un poco.

Aunque cuenta algo profundamente humano, el film exige cierta profundidad de lectura y tiene mucho de exploración formal pero precisamente es esa complejidad la que convierte a “El muerto y ser feliz” en una película diferente y estimulante. Su resistida voluntad de diferencia tiene mucho que ver con la necesidad de compartir un juego al que se invita al público, aunque éste pueda no darse por enterado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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