Después de casi 30 años, vuelve Aladdin, esta vez en formato real, en pleno apogeo de los remakes de los clásicos de Disney.

¿Resultado? Excelente. Una película llena de magia, como no podía ser de otra manera si querían hacerla bien. La música, el vestuario, los escenarios y las puestas en escena, las coreografías, las interpretaciones de los actores y actrices, que están todos geniales, la ambientación, los efectos especiales, los diálogos, los mensajes que se transmiten, que en esta ocasión son unos pocos más, y más poderosos, que en la clásica de animación, el desarrollo de la trama, mejor asentado y llevado que en la clásica (y creo que esto no era fácil), dando más pie a ciertos detalles que en la original solo pasan de forma superficial.

Lo peor: el comienzo puede parecer un poco abrupto y acelerado, sobre todo si entramos en comparaciones con la clásica.

Lo mejor: mismas canciones que la clásica, más otras nuevas añadidas e igualmente memorables, un Will Smith perfecto de Genio, una Jasmine mucho mejor que la clásica y un Aladdin clavadito al original. Además de todo lo dicho arriba.

Soy fan de la clásica desde que era un crío, le tengo muchísimo cariño y esta no me ha defraudado lo más mínimo; todo lo contrario. Gran película y gran remake. Aladdin y magia siempre tienen que ir de la mano, tanto por, literalmente, la magia, como por lo que transmiten sus mensajes, sus canciones y sus personajes. Y esta lo ha conseguido. Pura magia. Bravo.