Stanley Donen nos ofrece un gran ejercicio de ingenio y picaresca que particularmente me ha sorprendido gratamente.
De hecho, no me extrañaría ni un pelo que los hermanos Coen hayan visto un par de veces la película antes de escribir un guión suyo.
Alberga un reparto de personajes espectacular, donde detrás de unos magníficos Grant y Hepburn, se encuentran enormes actores de la talla de Coburn, Matthau o Kennedy, que dotan a sus personajes de vida propia. Y para sustentar al gran elenco de actores, cinco cartas bajo la manga:

Posee la suficiente comicidad como para sacar sonrisas. (Trébol)
Posee la suficiente ironía para que la comicidad no se vuelva risa facilona. (Trébol)
Posee el suficiente romanticismo para ser hermosa sin ser empalagosa. (Corazones)
Posee la suficiente intriga como para no saber que ocurrirá a continuación. (Trébol)
Posee la suficiente emoción como para seguir viéndola hasta el final. (Corazones)
Un grandioso full de tréboles y corazones.

Y por si fuera poco, estas excelentes cartas se juntan en un guión bien hilvanado que dosifica todo cuando toca, que jamás la hace pesada ni aburrida, y cuando acaba te deja perplejo ante lo visto.
Memorable.
Ver Charada es volver a creer en la magia del cine.