Divertida y colorista comedia. Me quedo, ante todo, con su propuesta formal. La película es una inteligente mezcla entre la estética pop-hippie de los años 60-70 y el estilismo barroco de Burton o Gilliam. Y la verdad es que el conjunto no sólo no chirría, es que todo encaja como un guante desde el primer minuto. Movimientos de cámara arriesgados pero siguiendo una geometría propia y planeada. La película juega constantemente con el concepto de espacio, paisajes inacabables y remotos que supuestamente quedan englobados en una pequeña isla en donde parece imposible perderse. Todo ello con una luminosidad cortada, en donde el sol nunca brilla de pleno, y en donde la luz parece venir de una música que lo envuelve todo. En fin, Anderson nos propone un universo propio y cuidado.

En cuanto a la historia misma, la película no es una mera fábula de amor preadolescente con tintes más o menos nostálgicos. A mi entender, es más bien un canto a la inocencia y a la sencillez, los niños son los seres inteligentes, que tienen las ideas claras, toman decisiones y las llevan a cabo. Los adultos se convierten en meros peleles o marionetas, su mundo es la oscuridad y se muestran incapaces de controlar el mundo que les rodea. Son los adultos los que se mueven por miedos e inseguridades.

Impagable el narrador-hombre del tiempo.