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España España · Barcelona
Voto de rober:
9
Thriller. Intriga Un asesino de niñas tiene atemorizada a toda la ciudad de Berlín. La policía lo busca frenética y desesperadamente, deteniendo a cualquier persona mínimamente sospechosa. Por su parte, los jefes del hampa, furiosos por las redadas que están sufriendo por culpa del asesino, deciden buscarlo ellos mismos. (FILMAFFINITY)
12 de julio de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de una extraordinaria modernidad.

Lo mejor que se puede decir de “M” es que no parece de 1931. Lógicamente, es difícil que esta película pueda “dar miedo” a un espectador de hoy, pero como obra cinematográfica no ha perdido ni un gramo de fuerza y buen gusto. Los primeros minutos son antológicos, toda una lección de cómo se puede generar tensión narrativa a través de elipsis y de la utilización de objetos cotidianos. El reloj, la mesa preparada, el plato vacío, la escalera. El espectador experimenta una angustia creciente, de forma simultánea al personaje de la madre, y ello a pesar de la consciencia inevitable de la realidad de un hecho fatal. Además, se trata de una de las primeras películas que mejor plasmó que la irrupción del sonoro debía servir para algo más que poder oír hablar a los actores. Los diálogos son un elemento más de la narración, no son fundamento de ella. La elipsis, la utilización de los espacios, la noción del fuera de plano… La cámara siempre está colocada en el lugar adecuado.

Obviamente, “M” ha de mirarse con los ojos de 1931. Si Fritz Lang se levantase de la tumba y volviese a hacer hoy esta película, seguro que cambiaría muchas cosas. Algunas escenas, en especial en el tramo intermedio, pecan de una cierta obviedad y reiteración en el discurso. Sin embargo, es una obra más actual de lo que parece. La presentación del conflicto a través de la mirada de multitud de personajes que se encuentran en la calle, o que conversan en un pub, o que leen las noticias, no es un recurso casual… El suspense se acentúa gracias a lo poco que sabemos del personaje central, pero también gracias a que se nos ha presentado como tal prácticamente desde el principio: un plano desde la espalda del personaje, el reflejo de un espejo, una conversación interrumpida, un globo atrapado en unos cables.... Hitchcock debió de aprender mucho de películas como ésta. Mediante ese discurso narrativo, los últimos minutos se viven como un auténtico clímax. Gran interpretación de Peter Lorre, el espectador queda con ganas de saber más de este personaje.

Y, lo más curioso de todo, 82 años después de su filmación, la película es extraordinariamente actual en cuanto a la problemática que puede suponer el pánico incontrolado entre la ciudadanía, los juicios paralelos, las patrullas urbanas… Me quedo para siempre con el plano del “tribunal” de maleantes levantando las manos ante la policía, más redentora que nunca, pero que queda fuera de campo. Del juicio “legal” sabemos poco, Fritz Lang se interesa más por el “paralelo”. No interesa tanto qué pena se ha de imponer, el acento se pone en el juicio que la ciudadanía, como colectivo, hace de una persona así. A día de hoy puede parecer superado el debate sobre la reiterada utilización del recurso a la victimización por todos los criminales, y la culpabilización de la sociedad como justificación de todos los delitos, especialmente de los más aberrantes. Sin embargo, casi un siglo después, la película aún me sigue haciendo pensar, los límites de la inimputabilidad aún siguen siendo demasiado difusos.

Una gran película.
rober
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