“El año más violento” es una de esas películas aparentemente simples, que sin embargo están llenas de matices y claroscuros. La trama es convencional; un empresario de origen hispano, que se ha hecho un hueco en el negocio del transporte de combustibles en Nueva York, decide enfrentarse a las prácticas mafiosas de la competencia respetando las reglas y renunciando al uso de las armas. Es decir, el relato de un pequeño héroe que encarna el sueño americano, el inmigrante hecho a sí mismo y defensor de la ley, luchando contra los gángsters más desalmados. Sin embargo, Chandor prescinde de artificios y de sentimentalismos fáciles, y opta por una narración seca y directa. La contenida interpretación del camaleónico Oscar Isaac es fundamental para crear esa sensación de frialdad. Llegará un momento en que el espectador dude de si el protagonista hace realmente lo correcto, o si simplemente es un pánfilo. A su lado, destaca la fuerza del personaje encarnado por Jessica Chastain, un alter ego perfecto tanto en lo argumental como en lo interpretativo.

La película, sin ser una obra maestra, es un buen ejemplo de cómo generar tensión, hasta el punto de que agradará incluso a espectadores poco aficionados al cine negro. El relato evoluciona, y el argumento y el comportamiento de los personajes se llenan de aristas. Sin llegar a modificar sus roles, la conducta de cada uno puede apreciarse desde distintos puntos de vista, hasta hacernos pensar que nadie es tan bueno como al principio parecía, aunque seguramente sí que muchos son tan malos como aparentaban (o peores, incluso). El gran mérito de la película es que Chandor llega a provocar que el espectador se enfrente a un dilema ético de una manera que quizá no era la del principio de la película.

El Nueva York de principios de los 80 se presenta como una jungla hostil y llena de peligros, y el director va acentuando el clima de agobio hasta casi la asfixia. En ese sentido, el trabajo de ambientación es muy destacable, a pesar de no contar con grandes artificios. Y todo ello hasta llegar a un final coherente y brillante, nada condescendiente, y que hace que salgamos del cine con una sensación amarga sobre el género humano.

Lo dicho, no es una obra maestra, ni siquiera es la mejor película de Chandor. Pero, de todos modos, “El año más violento” sí es de esas obras que dejan la sensación de haber aprovechado el tiempo y el dinero invertidos en su visionado.