No nos pongamos trascendentales. De hecho, mi impresión es que ni siquiera Branagh se tomó demasiado en serio todo esto. "La huella", en su versión de 2007, no es una obra maestra, pero tampoco merece algunas despiadadas críticas que ha recibido. Branagh optó por distanciarse del original, aunque intentando mantener su esencia. Un propósito gigantesco... Por supuesto, sale perdiendo en todas las comparaciones que se puedan hacer entre esta película y la de Mankievicz, pero seguramente era algo con lo que el director contaba desde el principio.

Seguramente, esta película no será mala para quien la vea sin haber visto antes la de 1972, pero sin duda carece del encanto de aquélla. Para quienes la habíamos visto, las comparaciones son inevitables.

No me parece buena idea la de enmarcar la historia en una casa llena de domótica y de tecnología ultramoderna. Puedo entender que no se quiera repetir lo que ya se hizo antes, pero la mansión llena de juguetitos que nos presentaban en 1972 se caracterizaba, precisamente, por su aire intemporal, como de casa alejada del mundo. El personaje del escritor, en esta película, está plenamente adaptado a la realidad social de su mundo, y sin duda eso es una gran falla respecto de la versión de 1972. La perspectiva cambia, y mucho.

Branagh hace una versión especialmente teatral, más que la versión anterior, y hace una composición muy medida en la que nada que aparece en la pantalla es casual. Se la juega en cada plano, y eso es de agradecer. La música reiterativa favorece el clima de desasosiego. Sin embargo, parece que Branagh descuide el desarrollo de la historia, el metraje se acorta significativamente, la evolución de los personajes se vuelve mucho menos verosímil. La última parte de la película, que sin duda es la más innovadora respecto del original, acaba naufragando por su pretenciosidad. Branagh hace hincapié en el conflicto de clases y prescinde de la atmósfera de juego que tanto gusta de la película de Mankiewicz. Los actores no están mal, pero sus personajes se vuelven demasiado histriónicos. Es divertido ver a Michael Caine interpretando un distinto papel dentro de la misma historia, pero uno se olvida pronto de ese detalle. Me parece buena idea introducir en esta historia una cierta carga de tensión sexual, quizá es algo que algunos pudieron haber captado en el original, pero aparece de una manera forzada, sobrevenida y explícita, nada natural, de modo que resulta absolutamente increíble. Es fácil que el espectador termine apartándose de la historia.

En fin, para disfrutarla como mero juego cinéfilo. Nada más.