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Voto de rober:
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Comedia
La maestra explica a sus alumnos, paso a paso y con todo tipo de detalles y ejemplos en vivo, cómo son los distintos tipos de ejecuciones: la silla eléctrica, el garrote vil, la horca... (FILMAFFINITY)
30 de junio de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gamberrada de corto. Y nada más.
La película es una sucesión de tópicos, le falta originalidad, y sólo busca la gracia a través de la exageración. Destacaría la anécdota de la Coca-Cola como néctar purificador y seminal, es lo único que me ha llamado la atención como atisbo lejano del Berlanga más ácido e irreverente. El sello del autor se refleja en la forma de rodar, toda la escena de la clase está realizada en un solo plano, como una escena de "Plácido", acentuando la sensación de hartazgo ante el desfile macabro de instrumentos de asesinato programado.
De lo demás, poco que decír. La crítica al franquismo y a la beatería puede ser comprensible; el maniqueísmo y la búsqueda imposible del humor a través de la mera exageración, no tanto. A la película le sobran chistes fáciles y le falta ironía. Luisa Martín está tan deliberadamente sobreactuada que agota, y Santiago Segura se limita a hacer lo que siempre hace cuando actúa, que es más bien poco.
Vaya, un pasatiempo prescindible
La película es una sucesión de tópicos, le falta originalidad, y sólo busca la gracia a través de la exageración. Destacaría la anécdota de la Coca-Cola como néctar purificador y seminal, es lo único que me ha llamado la atención como atisbo lejano del Berlanga más ácido e irreverente. El sello del autor se refleja en la forma de rodar, toda la escena de la clase está realizada en un solo plano, como una escena de "Plácido", acentuando la sensación de hartazgo ante el desfile macabro de instrumentos de asesinato programado.
De lo demás, poco que decír. La crítica al franquismo y a la beatería puede ser comprensible; el maniqueísmo y la búsqueda imposible del humor a través de la mera exageración, no tanto. A la película le sobran chistes fáciles y le falta ironía. Luisa Martín está tan deliberadamente sobreactuada que agota, y Santiago Segura se limita a hacer lo que siempre hace cuando actúa, que es más bien poco.
Vaya, un pasatiempo prescindible