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España España · Barcelona
Voto de reporter:
7
Comedia Aparentemente, Mac Radner (Seth Rogen) y su esposa Kelly (Rose Byrne) han hecho realidad el sueño americano: acaban de tener una niña adorable y se han comprado una preciosa casa en las afueras. La pareja de treintañeros está convencida de que ha adquirido el aplomo necesario para la vida de adultos, pero estos ex juerguistas van a enfrentarse a un reto inesperado. Cuando Mac y Kelly descubren que sus nuevos vecinos son los miembros de ... [+]
11 de mayo de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mac y Kelly están a punto de celebrar su amor por todo lo alto... por vigesimocuarta vez en lo que va de semana (y sólo estamos a martes). No lo hacen para restregarle al resto de almas en pena que vagan por este mundo el hecho de que ellos sí hayan tenido la suerte de haberse conocido, sino porque realmente creen que el cariño, el mutuo aprecio y el deseo -incontenible- sexual que les une forman parte de una especie de fuerza de la naturaleza que debe compartirse con el resto de la humanidad. Se trata, pues, de abrir las ventanas, de follar en todas las habitaciones de la casa y, por supuesto, de gritar hasta destrozar cada una de las cuerdas vocales. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, tanto él como ella están disfrutando de la mejor etapa de sus respectivas vidas. Después de muchos esfuerzos, disgustos y algún que otro golpe de fortuna, han logrado sentar cabeza, echar raíces en un agradable barrio suburbial y empezar a poner los firmes fundamentos de la que sin duda será una de las familias más adorables del país. Lo mejor: siguen siendo jóvenes. Lo son. En serio. Lo cual implica que no son viejos, claro. Así que, ''¡Que les den a los mayores, nosotros no lo somos!''

Hasta que la credibilidad (y no la conveniencia) del grito de guerra se desmorona en un abrir y cerrar de ojos. De un día para otro, Mac y Kelly van a ver como la media de edad en su calle cae en picado... y no por los posibles repuntes en la natalidad registrada en su hogar, dulce hogar. Resulta que la casa de al lado ha encontrado por fin nuevos inquilinos... y éstos no son otros que los componentes de la fraternidad más fiestera de todas las universidades de los Estados Unidos. A este ilustre grupo se le (auto)atribuyen grandes invenciones de la historia de la humanidad, tales como las fiestas de togas o el beer-pong, aportaciones todas ellas imprescindibles para que las mentes más prodigiosas del último siglo hallaran por fin ese momento de -desenfrenada- paz interior, imprescindible para que sus ajetreadísimas mentes pudieran seguir funcionando de forma tan eficiente. Y ya no hay vuelta atrás, las letras griegas ya están colgadas en el balcón y la música que emana de esos gigantescos bafles ha acallado los alaridos orgásmicos de la feliz pareja. De repente, Mac y Kelly ya no se sienten tan jóvenes, y sus cuerpos (y mentes) parecen sumarse un puñado más de años cada vez que su vista se topa con la angelicalmente hercúlea figura de Teddy... quien por supuesto no es un estudiante de universidad... sino más un bien un concepto.

Un recordatorio de que el tiempo pasa, y de que todo aquel que se ha perdido por el camino difícilmente va a poder recuperarse. La revelación cae como una bomba cuyo radio de impacto amenaza con afectar a la ciudad entera. Cosas de juntar en el mismo recipiente elementos tan volátiles. ''Este pueblo no es lo suficientemente grande... ''. Es, en otras palabras, el eterno choque generacional, impasible frente al continuo caer de las hojas del calendario. 'Malditos vecinos', una de las comedias a priori (y efectivamente) más apetecibles de la temporada, se muestra igualmente impertérrita respecto al asunto de marras, es decir, no aporta absolutamente nada nuevo al estudio (por así llamarlo), quizás porque la temática se presta a (o pide a gritos) este carácter imperturbable. Pocas quejas, pues, en este aspecto, menos aún cuando las virtudes de la cinta se imponen con tanta contundencia. Será quizás por lo bien que funcionan sus principales activos... será por lo bien combinados (o mejor dicho, aglomerados) que se presentan.

Por pura saturación en unas formas que cada vez se imponen más (¿y qué?) en la nueva comedia americana. El director Nicholas Stoller, sumido quizás en su particular lucha de edades, aprovecha la herencia del gurú Judd Apatow (productor de todos sus filmes menos del que ahora nos concierne)... pero a la vez se encarga de ponerle el cinturón de explosivos, así como de asegurarse, él mismo, de su correcta detonación. Pasa hasta en las mejores fraternidades: el colegueo que se masca ahí, a veces propicia las puñaladas más traperas, y llegado el día los antaño novatos presentan candidatura al trono aprovechando las ''normas sagradas'' que mejor se adapten a sus necesidades. Eso sí, ''Sin acri'', como diría aquel, pues cualquier acto de destrucción se hará, al fin y al cabo, pensando en el bien mayor de la comunidad juerguista. Todo sea para echarse unas risas, ¿qué hay de malo en ello? Stoller se suma así a la lista de devotos de la era MacFarlane: sólo hay un auténtico dios, el omnipresente gag (y a sus infinitas manifestaciones, véase, por ejemplo, cómo se alarga la coña de los airbags), y todo, absolutamente todo, se debe a él. Con la vista puesta en los precedentes, no se renuncia del todo a ninguno de ellos, pero aquí estamos claramente mucho más cerca de 'Todo sobre mi desmadre' que no de 'Eternamente comprometidos'.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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