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España España · Barcelona
Voto de reporter:
3
Drama En el año 2017, en una España hundida por la crisis, una pareja se reencuentra en Barcelona tras cinco años sin verse. Se habían separado después de haber perdido a su hijo por una negligencia hospitalaria fruto de los recortes. Él había emigrado a Alemania, pero ha vuelto. (FILMAFFINITY)
27 de abril de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
''Mierda''. Para que el impacto sea mayor, el diptongo debe alargarse; paladearse. ''La vida es una mierda.'' Con posado serio y ojos medio cerrados, como si uno realmente supiera de lo que está hablando. ''La vida es una puta mierda.'' Los sonidos oclusivos deben pronunciarse con especial mimo y, a ser posible, acompañarse con un casi imperceptible movimiento pendular del cuello... le da a la frase el toque final de contundencia para ganarse el respeto de la audiencia. Porqué ya se sabe que hoy en día cuesta horrores que a uno le hagan caso. Se ha perdido el respeto. Isabel Coixet lo sabe mejor que nadie. No hace tanto, los certámenes más prestigiosos del mundo se daban codazos entre ellos para poder proyectar sus películas. No hace tanto, Cannes, el festival de festivales, se vanagloriaba de haber conseguido, para una de sus clausuras, el esperadísimo desembarco en tierras japonesas de la directora de moda.

Pero a partir de ahí, todo fue a peor. Quizás porqué, como se ha dicho, el boom no fue más allá de una moda que, como tal, fue pasajera y que, por supuesto, llegó a cansar. Al igual que la tan maltratada ''marca España'', lo que antes gustaba ahora despierta poco más que muecas que sin duda alguna delatan la antipatía que siente el receptor del producto. El pasado era dorado y el presente, por lo visto, levanta más bien pocas pasiones. Ya no somos lo que éramos. Como de la añoranza no se vive, es hora de poner los ojos en lo que está por venir y comprobar si lo que se ve en la bola de cristal es, al menos, algo más esperanzador... Pero esto es España y, como era de esperar, en el futuro todo va a peor, y aunque Leo Messi gane su décimo Balón de Oro, la tasa de paro en nuestro país seguirá por las nubes y el BCE nos denegará el tercer rescate. Para suicidarse. Al menos, la estatua de Fabra en el aeropuerto de Castellón ha volado por los aires. Ya es algo.

Isabel Coixet pone en marcha la máquina del tiempo en su 'Ayer no termina nunca' (otro título marca de la casa), donde resulta que España está continuamente asolada por un fuerte viento post-apocalíptico y donde se dan cita Candela Peña y Javier Cámara. Esperando a... el funcionario de turno. Peor que con Beckett. Mejor sentarse y ponerse cómodo. La lástima es que, para amenizar dicha espera, no haya mejor opción que atender a los desvaríos de una directora a la que se ve venir a la legua y que además, para la ocasión, tiene la desfachatez de vestirse con el heroico traje del compromiso y de la indignación. No hay que dejarse engañar, pues lo último de la cineasta barcelonesa es puro politiqueo en cuanto al uso de grandes palabras para construir un discurso que cuando rinde mejor se antoja más vacío que ciertas líneas del AVE... en el peor de los casos, es un repetidísimo anuncio de colonia.

Pésimo sentido estético (aunque sería más apropiado hablar de esclavitud voluntaria) que convierte en chiste el sentimentalismo, en pura pesadez lo teóricamente devastador y que se come cualquier atisbo de sinceridad que pueda haber en un relato que presuntamente trata sobre las heridas mal cicatrizadas del corazón. Poesía de nivel ESO; referencialismo de wikipedia y un enervante besugueo dialéctico como hilo conductor. Javier Cámara y Candela Peña consiguen, la mayor parte del tiempo, la proeza de no quedar ahogados en el absurdo impuesto por la comandanta del barco. Una cineasta perdida en un pasado, que ya quisiera ella que no terminara nunca, y con ganas demasiado evidentes de reinventarse, que buena falta le hace. Una directora que, a falta de algo mejor, parece haberse acomodado en aquel punto que, por recurrente, no es que ya no sorprenda... es que fastidia a más no poder. El agravante está precisamente en nuestros presente y futuro, que pintan tan negros que, a estas alturas, dárselas de artista privilegiado sin ir más allá del ''La vida es una puta mierda'' sitúa a la propuesta demasiado a tocar de la broma de mal gusto.
reporter
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