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España España · Barcelona
Voto de reporter:
4
Drama Se trata de una historia que investiga el efecto de internet sobre un grupo de estudiantes de secundaria y también sobre sus padres. Muestra cómo este invento ha cambiado la forma de relacionarse de la gente. Pornografía, blogs y redes sociales serán al mismo tiempo válvula de escape y causa de conflicto dentro de la familia. (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los papás y las mamás por fin han claudicado. Tras mucho meditarlo y resistirse a ello, admiten que esto de internet se les ha ido de las manos. Falso, porque de hecho, nunca estuvo bajo su control... porque de hecho, nunca entendieron cómo demonios funcionaba el asunto. De modo que, viéndose desamparados ante su propia ignorancia, deciden reunirse para ver si entre todos suman una millonésima fracción de esa cordura que vuelva a dirigir las aguas hacia su cauce natural. En éstas que Jennifer Garner (ay, Dios...) coge la iniciativa. Ella cree que en este grupo no hay suficiente iniciativa, de modo que decide espabilar a la parroquia. ''Amigos, amigas... no creo que seáis conscientes de lo que está en juego aquí. ¿Sabíais que en Corea del Sur, una pareja se dedicó tanto a un juego por internet que olvidó por completo el cuidado de su hijo y que éste murió?'' Silencio sepulcral en la sala. Planta rodante. Carraspeos. Hasta que Dean Norris (gracias a Dios) se levanta y dice: ''Perdona, pero ¿no crees que éste es un ejemplo un pelín extremo?''

Mientras, los hijos e hijas aprovechan el breve remanso de paz concedido por la reunión de sus queridos progenitores. Una de ellas empleará el tiempo visitando las páginas de referencia en lo que a pérdida de peso corporal se refiere. Ya se sabe, las gordas no ligan, y sin la red de redes, las adolescentes más preocupadas por los asuntos amorosos, no tendrían manera de esculpir sus cuerpos divinos. Otro saciará sus perversiones sexuales más inconfesables gracias a una famosa web especializada en vídeos de transexuales haciendo todo tipo de guarradas. Momento éste tan bueno como cualquier otro para recordar que, hace unos años, el acceso a tan pecaminoso material hubiera sido poco más que una quimera. Otra se pondrá la ropa más provocativa de su armario (secreto) y chateará con desconocidos, en pos de una lívido demasiado reprimida. Vaya esto por delante: la culpa no es de los padres; es de internet, que pone en contacto a los chavales con la calaña más despreciable de nuestra sociedad. Otro (y con éste terminamos) va a darle al play, por enésima vez, al vídeo de Youtube de ''Pale Blue Dot'', de Carl Sagan.

Y pobre de quien piense que el sistema hormonal híper-revolucionado del chaval no será capaz de asimilar los postulados del célebre astrónomo. A decir verdad, el tomar conciencia de lo insignificante que es nuestra existencia en comparación a un cosmos que, pase lo que pase, sigue expandiéndose impasiblemente, es justo lo que necesitaba una alma desamparada como la suya, y que ha visto cómo el -ridículo- mundo que ha ido construyendo a lo largo de los años se ha venido abajo, precisamente, por un juego online. Sobre el papel todo cuadra, y lo de convertir la sonda espacial ''Voyager'' en el más pervertido de los ''voyeurs'' cibernéticos parece tener todo el sentido del universo. El problema es que a la hora de ponerlo en práctica, a Jason Reitman no le salen tan bien las cuentas. El objetivo primordial de 'Hombres, mujeres y niños' es, ni más ni menos, que el de plasmar en la gran pantalla el geist digitalizado de nuestros tiempos.

Como se ha dicho, Reitman parece tener las ideas claras. Para empezar, nada que objetar al ponerse el traje cibernético con tal de acercarse a los nuevos (?) mecanismos sociales mediante los cuales amamos, odiamos, marginamos, perdonamos, olvidamos... mediante los cuales, en resumen, nos relacionamos. Esto se traduce a: ¿Cómo ha cambiado internet las relaciones humanas? O si se prefiere, ¿Y si ahora que por fin gozamos de los mejores instrumentos para estar conectados (los unos a los otros, se entiende) resulta que estamos más desconectados (ídem) que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad? O sea, retomando la primera pregunta (retórica donde las haya): ¿Cómo ha jodido internet las relaciones humanas? Que quede claro, el depravado, poseso, adúltero, colgado... no nace; se hace, y en la red se halla la llave que abrirá su caja de Pandora particular.

El problema es gordo, no hay dudas al respecto... y adquiere la categoría de -exageradamente- gordísimo cuando el director y co-guionista se empeña en ponerse apocalíptico. Como si no se diera cuenta de las señales que le mandan sus propios personajes (remitámonos al primer párrafo de este texto, que por cierto está basado en una escena del filme en cuestión), cae una y otra vez (durante casi dos horas) en una sucesión de ''ejemplos extremos'', a cada cual más alejado de la realidad. La condena (obvia y llana) de los nuevos hábitos computadorizados que rigen nuestro día a día repercute en la credibilidad (y consiguiente tolerabilidad) de un relato que parece no querer salir de la acumulación caótica de unas calamidades que confluyen en una sola -e improbable- raíz. Se hace evidente, entonces, que poco queda de aquel cineasta que para su notable ópera prima, 'Gracias por fumar', hiciera compartir plató televisivo a un niño enfermo de cáncer con uno de los más importantes representantes del sector tabacalero.

¿Y cómo resolvió tamaña papeleta? Fácil, con aquel encantador abogado del diablo afirmando, delante de las cámaras, que lo último que querían sus clientes era quedarse sin consumidores potenciales. La jugada fue magistral, porque la risa (de una acidez que hacía encoger todos los músculos de la boca) en ningún momento repercutió en la gravedad del asunto. Es más, ahondó en ella con total precisión. Con 'Hombre, mujeres y niños', estamos en las antípodas, cogiendo como escala el Sistema Solar. A decir verdad, es como si Reitman hubiera convertido una comedia de potencial incisivo ilimitado, en un drama pasado de frenada, obsesionado en hacer malabares con un centenar de frentes cuando a efectos prácticos apenas puede gestionar cuatro; bañado, para colmo de males, en un existencialismo saganiano tan blandengue y desangelado que no aporta nada más allá de sumar unos puntos más en la millonaria cuenta de visionados del archivo en Youtube.
reporter
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