Al más puro estilo de Bécquer, Tim Burton se mete de lleno con este ambicioso proyecto con la tarea de salvar del olvido parte de la cultura popular de su país. Y lo hace adaptando a la gran pantalla una de las únicas leyendas auténticamente americanas: La Leyenda del jinete sin cabeza, escrita por Washington Irving, en 1820, en la que el profesor (en el filme, policía) Ichabod Crane es mandado a un pueblo cerca de Nueva York para investigar una serie de misteriosos crímenes. Su escepticismo inicial irá diluyéndose ante los sucesos surrealistas que acontecerán en Sleepy Hollow, desenterrando así viejos fantasmas que parecían enterrados.

Efectivamente es una historia ideal para Burton, maestro en construir oscuros cuentos de hadas. Es único a la hora de dar toques góticos a las películas que dirige, envueltas siempre de un personal toque mágico. En este caso, el trabajo técnico roza la perfección, con una lúgubre y estupenda ambientación, una excelente fotografía a manos de Emmanuel Lubezki, emulando las obras pictóricas de la época, la siempre destacable banda sonora compuesta por el habitual colaborador de Burton, Danny Elfman y algún que otro auto-homenaje cinematográfico (genial la escena inicial, con Martin Landau cruzándose con una espantosa calabaza sacada directamente de ‘Pesadilla antes de navidad’)… ya se sabe, son los caprichos que sólo los genios pueden permitirse.

Para rematar la faena, ‘Sleepy Hollow’ hace gala de un genial espíritu romántico. Ichabod Crane encarna los valores de la ilustración. Una visión del mundo a través de estériles probetas y tubos de ensayo. Visión que queda ridiculizada a través de los macabros y surrealistas sucesos relacionados con la comunidad que habita el pueblecito en cuestión, y a través también de la acertada actuación (o quizás sobreactuación…) de Johny Depp. Como es de esperar, finalmente acaba imponiéndose la brujería, lo irracional, la magia… y esto es una auténtica gozada.

Por si aún no ha quedado claro, en ‘Sleepy Hollow’ no hay que centrarse sólo en la intriga policial (que seguramente es lo peor del filme) sino en todo lo que la envuelve. Esta es la magia de Burton.