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España España · Barcelona
Voto de reporter:
6
Comedia En Carolina del Norte, dos aspirantes a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos se enfrentan en campaña electoral. Para el congresista Cam Brady (Will Ferrell) es la primera vez en su carrera que tiene que hacer frente a otro candidato: Marty Huggins (Zach Galifianakis), inconsciente títere de las grandes empresas y gerente de la oficina de turismo local. (FILMAFFINITY)
19 de octubre de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Afirma el dicho, y no sin razón, que tanto en el amor como en la guerra, todo vale. ¿Y qué es la política sino una guerra sin cuartel por hacerse con el amor incondicional del contrib... perdón, del votante? La regla de tres a veces funciona, y sí, en la política también vale todo. En las campañas que determinan el inicio y el final de sus reinados, ni falta hace decir que también. Al fin y al cabo, el premio que va a llevarse el ganador es el más deseado; el más suculento que se pueda imaginar. El poder. La capacidad de tomar las riendas y hacer que la voluntad propia se imponga sobre la presunta inamovilidad de un sistema que se nos ha vendido como perfecto, pero que a la vez nos esclaviza con sus fallos. América, más que ser la excepción a la regla -¿existe ésta?- es el buque insignia de dicha realidad.

No desde hace poco, cuando la evidencia en la corrupción de sus valores primitivos, tanto a nivel externo como interno, ha dejado entrever la imagen de un gigante con pies de barro (instantánea que por cierto está dando fuerzas a unos competidores en la carrera por la ''presidencia mundial'' que ven cada vez más reducida la distancia con respecto a su rival), sino ya desde sus inicios en el rol de primera superpotencia del planeta. Eran aquellos, no obstante, buenos tiempos, en los que la Santísima Trinidad compuesta por William Wyler, John Ford y Frank Capra era ama y dueña de la fábrica de los sueños. Porque efectivamente todavía podía soñarse en la utopía de un mundo mejor; en una sociedad ajena a cualquier tipo de injusticia.

En este sentido, gran parte de la obra del tercero en discordia respondía al mismo planteamiento, tan camaleónico en apariencia como imperturbable en su esencia, y a la postre, efectivo en todas las esferas en las que se movía. La visión de la tierra de las oportunidades, en la que por supuesto todo era maravillosamente posible, no estaba exenta de apuntes dedicados a los innumerables elementos distorsionadores; parásitos de unos mecanismos que desgraciadamente no se quejaban en exceso de su presencia. Por suerte, el bien triunfaba sobre el mal en una catarata de lágrimas y buenas intenciones que convencía no solamente por la calidad fílmica del producto, sino porque, como se ha dicho, era aquella una época en la que las grandes palabras e ideales todavía tenían cabida en la comprensión colectiva.

Ahora...? Estas milongas han sido reemplazadas por cosas que realmente importan, como patéticos graciosillos creciditos por el peligroso altavoz de las redes sociales, insufribles estrellas del pop concebidas en internet y vendedores de teléfonos móviles canonizados pocos segundos después de su pronta muerte. Me hago viejo. El Apocalipsis -ahí están las señales- llama a la puerta de nuestra casa, pero incluso en este infernal panorama, hay tiempo para que podamos ejercer nuestro más sagrado derecho -u obligación- como ciudadanos: votar. De aquí poco más de un mes, tres de nuestras comunidades autónomas en las que más intenso se muestra ahora mismo el debate nacionalista, habrán decidido su futuro inmediato (y esperemos que también a largo plazo) pasando por las urnas. Mientras, al otro lado del Atlántico, demócratas y republicanos vuelven a afilar sus puñales con la vista puesta en la Casa Blanca. ¡Rock and roll!

Como el séptimo arte no puede quedarse atrás en lo que se refiere a ser el principal proveedor de espectáculo del mundo (si es que la industria del videojuego no le ha arrebatado ya dicho honor), ahí va una película sobre el escabroso mundo electoral que cae en el mejor de los momentos. Su título es, cuál sino, 'En campaña todo vale' y viene dirigida por alguien cuyas credenciales hablan de él como un experto en la materia. Y es que Jay Roach fue el encargado de dirigir 'Recuento', aclamada TV movie de la HBO donde se narraba cómo George W. Bush escaló el último peldaño para convertirse en el máximo mandatario de su gran nación, en lo que sin duda fue uno de los mayores escándalos -tapados- de la historia reciente de la democracia. En un mundo justo, en el que el la voluntad del pueblo realmente decidiera, Al Gore hubiera cumplido como mínimo una legislatura en el despacho oval. Pero ya se sabe, en campaña todo vale.

Bajo este lema de incontestable validez arranca una de las más prometedoras joint ventures de la más reciente nueva comedia americana, al conjurar ésta a dos de sus valores actualmente más sólidos. Will Ferrell y Zack Galifianakis ponen su talento al servicio de la misma causa... y se enfrenan a muerte para ver quién es el más popular en los comicios de Carolina del Norte, que serán clave para determinar la mayoría en un Congreso de Washington D.C. con predominancia partidista todavía por determinar. Para hacerse cargo de todo el material, la elección de este duelo actoral se antoja desacertado; mejor dicho, desubicado, al exigir la temática puesta sobre la mesa una seriedad y un rigor que parecen fuera del alcance, o en el mejor de los casos, fuera de sus pretensiones.

Aunque también sería injusto no tener en cuenta que la política, más aun en los todopoderosos Estados Unidos, se ha convertido en otra manifestación del muy característico showtime. De lo que se trata aquí ya no es de convencer con el programa más sólido y atractivo, sino de presentar el peinado y el traje más llamativo, de tratar de no sudar a la hora del primerísimo primer plano, de tener magnetismo con la cámara, de tocar el violín cuando la ocasión lo requiera y claro está, de soltar la burrada más gorda. Los contendientes presumen de elegancia, pero en realidad no son más que sucios gladiadores, que saben que el fin justifica toda la sangre vertida sobre la arena. Resultado, hay sitios donde votan a Chuck Norris... y como aquí nadie está libre de pecado, hay otros lugares en los que Joan Laporta es parlamentario. El chiste es triste... y buenísimo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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