Corsini adapta fidelísimamente esta historia autobiográfica de Christine Angot (quien la repite en todas sus novelas, de una forma u otra) y la convierte en un análisis más o menos afortunado de la tolerancia al mal, del machismo y el clasismo como ideologías que se introducen tanto en hombres como en mujeres de una y otra clase, de forma que llegan a tenerse como naturales o tolerables comportamientos que deberían resultar indignantes. La película es tan fiel a la novela que arrastra incluso sus puntos débiles, y no solo por ese título tan poco imaginativo. En general, el detalle y la claridad con que se da cuenta de todo en la primera mitad, al narrar el noviazgo de la pareja y sus primera disensiones, se convierte en apresuramiento e indefinición en la segunda. A mi juicio, ni la novela ni la película consiguen transmitir claramente las claves de esa inhibición, esa ceguera de la madre ante el abuso sexual del padre hacia la adolescente, que luego, de mayor, esta le reprochará de una forma tan tajante (mucho más que al padre). Tampoco conocemos ni en la película ni en la novela cómo recibe exactamente el abuso la adolescente, por qué lo admite tanto tiempo y por qué deja de admitirlo en un determinado punto, qué tanto hay de complicidad, de pura inocencia o de miedo a contradecir las pautas que marca el admirado padre (aunque esto sí queda claro en otra de las novelas de Angot, Una semana de vacaciones, otra aproximación al gran trauma de su vida). En cualquier caso, una película que merece la pena ver.