Vista con objetividad, la película de Ritt refleja la novelística de Faulkner (El villorio o lo que sea) igual que la célebre restauración del Ecce Homo de Borja reflejaba el original. Told by an idiot, como dice el famoso verso de Shakespeare que este autor utilizó para uno de sus títulos emblemáticos. No solo ese final de telefilm antiguo, propio de productor empeñado en darle al público lo que él dice que quiere. No solo esa secuencia del tesoro, que alcanza lo risible. Toda la película se limita a acumular detalles narrados en El villorio y los diversos cuentos que anticiparon esa novela colocándolos cómo y dónde les apetece, lo cual no sería en sí mismo reprochable si no fuera porque, con ese inescrupuloso corta y pega, no se llega más que al consabido desfile de estrellas y al manido ya entonces “chico encuentra chica”. Ni siquiera vale la coartada de la tópica crítica al caciquismo o al trepismo, puesto que hasta las características más espinosas del cacique Welles y el trepa Newman (que no son pocas: manipulación del débil, mentira, abusos de poder) quedan como algo cool al ser portadas por personajes con estatus de estrellas que además resultan redimidos en el desenlace de la trama. El mayor interés del film es como indicador del estado de la censura: ver cómo ya permitía que asomaran temas como la represión sexual y la homosexualidad, aunque solo fuera para que la película se beneficiara comercialmente de sugerencias que no llevan muy lejos.