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Voto de Enrique Castaños:
8
Drama. Romance Una cantante aún hermosa y en plena forma le dice a su joven amante: "No, no podemos casarnos, soy demasiado vieja para ti". El joven enamorado comete un homicidio por su causa y es enviado a prisión por diez años. "Te esperaré", le dice, y por diez largos años el joven en la celda sueña con su amada, imaginándola espléndida y radiante como cuando se habían conocido... (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2021
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La película «Der Absturz» es una producción alemana dirigida por Ludwig Wolff en 1922. Se estrenó en Copenhague, en el Kinopalæet de la calle Gammel Kongevej, el 11 de noviembre de ese año. Titulada en español indistintamente como «Caída», «El abismo» o «El castigo del pecado», su título en danés es «Mod Afgrunden» y en inglés es «Downfall». El original, de 2421 metros, tiene una duración de 93 minutos. No debe confundirse con la película danesa «Afgrunden», dirigida en 1910 por Urban Gad y asimismo protagonizada por una primeriza Asta Nielsen. Con un guión de Ludwig Wolff, fotografía de Axel Graatkjaer y George Krause, y decorados de Fritz Seyffert y Heinz Beisenherz, «Der Absturz» contó con un reparto formado, además de por la omnipresente gran diva danesa, por Gregori Chmara, Albert Bozenhard, Ivan Bulatov, Adele Sandrock, Charlotte Schultz (1899-1946) e Ida Wogau.
Narra la desdichada historia de una afamada cantante de cabaret, Kaja Falk (Asta Nielsen), cuyo protector y eventual amante, el conde Lamotte (Ivan Bulatov), es un hombre mucho mayor que ella y al que en el fondo desprecia. Invitada a pasar una temporada de descanso en la majestuosa mansión del acaudalado aristócrata, situada en un pequeño pueblo de pescadores, hasta allí la persigue su antiguo empresario, Frank Lorris (Albert Bozenhard), un individuo sin escrúpulos de ninguna clase que actúa bajo el pretexto de que la cabaretera le debe una suma de dinero. Muy cerca del mar se encuentra la humilde casa de un pescador, Peter Karsten (Gregori Chmara), quien vive con su madre (Adele Sandrock) y una sobrina de ésta y prima suya, la joven y hermosa Hendrike Thomsen (Charlotte Schultz), quien está enamorada de su honrado y laborioso primo, amor que es tímidamente correspondido. La llegada de Kaja al lugar lo trastoca todo, pues casi inmediatamente siente una irresistible atracción por Peter, que, sin solución de continuidad, se convertirá en una ardiente pasión. Rendido ante el deslumbrante porte de Kaja, Peter rechaza a Hendrike e inicia una furtiva relación con la sofisticada cantante. Ante las amenazas directas de Lorris, que se ha atrevido a irrumpir en la villa de Lamotte y solicitar descaradamente una entrevista privada con Kaja, ésta planea huir con Peter, haciéndoselo saber en uno de sus encuentros secretos. Pero Hendrike, despechada, se decide a informar a Lamotte de la infidelidad de Kaja, indicándole el lugar exacto de sus citas, en lo alto de un acantilado. Incrédulo y profundamente sorprendido, el conde sube a la escarpada cima, justo poco después de que Kaja haya acordado la huida con su nuevo amante y regresado a la villa. Lamotte y Peter tienen unas palabras, llegando el conde a agarrar por dos veces uno de los brazos de Karsten, aunque, la segunda vez, éste aparta con vehemencia al indignado aristócrata, quien, ante la inercia del impulso y por encontrarse al borde mismo del acantilado, pierde el equilibrio y cae precipitándose contra las rocas. Peter, responsable de este homicidio involuntario, se asoma atónito al abismo, gritando desesperado ante la imprevista tragedia. Agitado, temeroso y aturdido, acude corriendo a la villa, en cuyo jardín se esconde, detrás de un seto, Lorris, quien, no satisfecho con la respuesta que le había dado Kaja y temiendo no obtener su dinero, ha permanecido al acecho. Razón de más ahora, cuando ve llegar a un descompuesto Peter. Desde el pórtico de la casa, escucha la confesión de Karsten, que Kaja recibe como una liberación. Ambos deciden adelantar la partida. Pero Lorris irrumpe con aviesa arrogancia y acusa a Peter de asesinato ante los criados. (El resto de la historia, en el spoiler).
Reparemos en la transformación de Kaja. Aquellos días en los que mostraba su exuberante belleza, en los que, dueña de sí misma, exhibía una perturbadora sensualidad, se han trocado en otros en los que asistimos a la decadencia física y espiritual de una mujer que ha tocado fondo. Lo único que la redime es el amor que atesora su corazón puro. Uno de los planos más estremecedores es cuando Kaja se mira en el espejo poco antes de salir en busca de Peter. Su rostro no es ya el mismo. La abundante y corta melena negra, el denso flequillo cubriéndole la ancha frente, la boca sensual de labios finos y ardientes, los dientes parejos y marfileños, la nariz perfectamente modelada, las mejillas que evocan el mármol del Pentélico, todo eso es ahora un rostro decrépito, patético, donde lo único que permanece inalterable son esos inmensos ojos, de párpados pesados y oscuros por la pintura, aunque ahora las ojeras delatan el agotamiento.
Actriz única e irrepetible, dijo de ella el gran poeta húngaro Béla Balázs, después de haber visto a Asta Nielsen interpretando la muerte de Hamlet: «Arriad las banderas ante ella, pues es única». Tampoco puede uno resistirse a reproducir el penetrante dibujo que hace la gran ensayista y crítico de cine Lotte H. Eisner de esta actriz inigualable: «Una época hiperinstruida, inestable y sofisticada había encontrado su ideal en Asta Nielsen, mujer intelectual, llena de refinamiento, de rostro de Pierrot lunar, de párpados pesados, de manos que parecían llevar, como las de Eleonora Duse, heridas invisibles … Su cálida humanidad, llena de aliento, de presencia, refutaba lo abstracto, así como el carácter abrupto del arte expresionista … Nunca se rebajaba al amaneramiento, su vestimenta nunca chocaba. Podía interpretar en pantalón, sin que se produjera ambigüedad. Y es que el erotismo de Asta Nielsen está muy lejos de cualquier equívoco; para ella se trataba siempre de una auténtica pasión. Su peinado con flequillo le hacía interpretar a veces a vampiresas, pero no tenía nada de mujer fría y calculadora. En ella se notaba ese fuego devorador que no sólo va a destruir a los hombres, sino también a ella misma» (Apéndice a «La pantalla demoníaca», 1952).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Enrique Castaños
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