Nos encontramos ante la reflexión entrelazada sobre una sociedad sumida en la cotidianidad, que se aleja de esa infrecuente interiorización, evitando la búsqueda real de lo que verdaderamente tiene valor, y al final importa.

Las historias de los personajes se entrecruzan en un contexto de sensibilidad profunda, con algunas propuestas abarrotadas de sinceridad, desde unos diálogos introspectivos y ponderados.

Existe cierta magia equívoca debida a escenas donde pudiera llegar a pensarse que los personajes se deslizan como en una especie de meditación... Hasta llegar a la escena final, donde entendemos ese título... Grand Canyon.