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Turquía Turquía · Istanbul
Voto de Balaphone:
7
Aventuras. Western Después de desertar de la guerra entre Estados Unidos y México y hastiado de la civilización, el soldado Jeremías Johnson decide dejarlo todo y establecerse en las inhóspitas Montañas Rocosas. Se establece en un territorio dominado por los violentos indios Crow, donde, con la ayuda de un viejo trampero, aprenderá a sobrevivir en durísimas condiciones. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los movimientos sociales y culturales originados durante los años 60 en los Estados Unidos tuvieron un impacto contundente sobre las formas de entretenimiento popular, alentando a los grandes estudios cinematográficos a adoptar estrategias formales y temáticas que respondiesen a las nuevas sensibilidades y preocupaciones de un número creciente de consumidores. Y es que a pesar de rechazar discursivamente los fundamentos del capitalismo, muchos de estos seguían profundamente fascinados por la reactualización de sus mitos fundacionales. De este modo, incluso el Western, género que parecía en principio más impermeable al cambio y en el que habían circulado de manera más evidente los arquetipos de la frontera y del individuo autosuficiente, se vio profundamente afectado. La consecuencia más inmediata de esta infiltración contracultural en Hollywood fueron las producciones denominadas revisionistas, que articularon una aproximación más o menos crítica a los viejos mitos de la frontera y exploraron en distinto grado las consecuencias sociales, culturales e incluso ecológicas de la conquista del Oeste, ofreciendo un panorama moral más complejo que la maniquea lucha entre indios y vaqueros. De entre estos títulos, Jeremiah Johnson es quizás el que ofrece una formulación más evidente de las tendencias anti-civilizatorias propias de este tiempo y del deseo de suscitar nuevos modos de relación del hombre con la naturaleza.
 
Si bien la película adopta la clásica síntesis narrativa de las proezas del hombre legendario, su intento de acometer una remodelación estética y ética del mito, en sintonía con una nueva hornada de valores socioculturales, es evidente desde el comienzo. Pese a que Jeremiah Johnson participa de las actividades fundamentales de la economía de frontera (el trampeo y el comercio de pieles), queda claro que las motivaciones que lo llevan a la montaña en primer lugar no son las de la mera ganancia pecuniaria, sino el noble deseo de experimentar una vida más libre y plena. Huyendo de la Guerra de México, expresión última del aspecto depredador y expansionista del modelo imperial americano, la figura de Jeremiah se convierte en trasunto histórico de quienes protestaban contra la Guerra de Vietnam – y ciertamente cuesta distinguir a Robert Redford de un hippy. A través de estos paralelismos, se establece una continuidad entre los procesos del capitalismo histórico de frontera y su versión moderna, basados en la dominación asertiva del territorio a través de la fuerza. Como modelo alternativo, se escenifica un proceso continuo de adaptación y de aprendizaje que debe necesariamente tener al otro Otro (ya sea en su forma natural o humana) en cuenta.

Al otorgar primacía a esta noción, la película cuestiona la imagen del individuo totalmente autosuficiente, presentando al héroe fronterizo como un agente trabado en una constante dependencia, con respecto al medio natural y lo que este ofrece, pero también con respecto a otros co-pobladores, que le proporcionan instrucción, conocimiento e incluso la posibilidad de formar una familia. Desde el primer momento, queda claro que Jeremiah no ha llegado plenamente equipado para sobrevivir de manera exitosa en las montañas, y que sólo será a través de una progresiva adquisición de habilidades, facilitada por personajes como el cazador de osos, que finalmente logrará una adaptación satisfactoria al entorno. La cristalización más clara del Otro son obviamente las distintas tribus aborígenes que habitan el entorno. A diferencia de representaciones típicas, los nativos americanos no son retratados como una masa estereotipada, sino como una serie de poblaciones singulares, con estructuras, ritos y alianzas diferenciados. Para navegar este complejo panorama, Jeremiah, ignorante y entroncado en su posición de hombre blanco y privilegiado, tendrá que hacer esfuerzos por comunicarse y aprender la lengua nativa, entender los rudimentos de su economía basada en el intercambio e incluso convivir con uno de ellos de manera prolongada.

El proceso alcanza una bifurcación crítica cuando Jeremiah se ve obligado a elegir entre el código sagrado de la tierra que es ahora su hogar y el gesto compasivo hacia esa civilización por la que prometió no dejarse instrumentalizar nunca más. Al decantarse por esta última opción, pagará un altísimo precio: una serie de nefastas consecuencias que harán que su existencia relativamente pacífica se disuelva en el ciclo eterno de la frontera, la renovación a través de la sangre. Sin embargo, incluso este estado de guerra eterna parece ser preferible a la participación en la maquinaria de la civilización, a la lenta trituración de la libertades a través de la que esta opera. En el combate ritualizado contra los indios Crow, en el que cada acto de agresión obedece a una lógica intrínseca marcada por el temor y el respeto, Johnson encuentra una posición y un propósito definidos, un reconocimiento como adversario de pleno derecho que lo convierte en leyenda. Donde en la ciudad sería uno más, ahogado en la mediocridad de los comunes, en las montañas Jeremiah goza de la plenitud de aquel espacio en el que no hay ley para los bravos.
Balaphone
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