Llevaba tantos años queriendo ver esta película, que al final toda la ilusión que tenía en ella se vino un poco abajo.
Todo el mundo me hablaba maravillas de este clásico de los 80, y las críticas eran magníficas; así que no fue complicado hacerse una idea preconcebida de ella.
Con esto no quiero decir que la película sea mala, pero tampoco es brillante, y tal vez sea porque el paso de los años le haya pasado factura.
Hay que decir que la historia es un poco aburrida, y no tiene mucho para alentar al espectador. Aun así hay que reconocer que los tres personajes están muy bien creados, y eso hace que entre ellos exista una química que es innegable que hace que no quieras desconectar. Pero la historia en todo momento te da la sensación que va como en una marcha inferior al ritmo que le permitiría ir. Y eso deja un pequeño malestar.
Sin lugar a dudas las mejores interpretaciones se las llevan Michelle Pfeiffer y Jeff Bridbes. A la primera le valió el globo de oro en su año, y no es para menos. Su personaje expresa sensualidad y deseo por cada poro. Defiende muy bien las canciones y su personaje está lleno de una pasión contenida por el miedo al rechazo y al dolor. Su escena cantando con el vestido rojo sobre el piano es algo mítico del cine.
Junto a ella un actor que siempre me gusta y que no entiendo porque no se le valora más. Jeff Bridges da vida a ese joven con un enorme talento para el piano, y que siente un miedo a arriesgar en la vida, y por eso vive a la sombra de su hermano, desperdiciando su don por fiestas en hoteles.
En fin, película que entretiene pero que no llega a entusiasmar. Seguramente en su momento fuera un gran film, pero creo que el paso del tiempo no lo ha soportado, y eso ha hecho que hoy en día no consiga alzar el vuelo del todo bien. Simplemente pasable.