No es una película gore, doy fe. El gore exagera desmedidamente la sangre, las vísceras, la muerte, lo trágico del humor mortal; suelen ser películas con un toque cómico tan descarado como el tomate del que está formada la sangre que borbotea; o bien con la dramatización más exagerada del sufrimiento humano. Holocausto Canibal es una mala película; es más, diría que no es una película: se podría encuadrar en el pseudo género cinematográfico conocido como “falso documental”; presentando los hechos ficticios de un documental como verdaderamente real. El gore jamás jugaría con una premisa que imita y que se confunde con la realidad; por ello Holocausto Canibal no es una película gore.
El gran legado de Ruggero Deodato a razón de esta película es su gran capacidad para mostrar estos hechos como verídicos. Su labor fue mucho mayor en las ruedas de prensa y como relaciones públicas de su largometraje que como director. Como director fue torpe, malo y lento en cuanto al metraje; en cuanto al morbo, mostró situaciones realmente repugnantes hasta el límite del vómito (ahora sería ilegal, por el tema del asesinato de animales), rozando peligrosamente la línea de la moralidad más liberal; dejándonos quizás la escena más sádica y nauseabunda de la historia del cine. Aún así, como propagandista de su propio film fue genial. Calló cuando acusaban a su película y habló cuando supo. Si Holocausto Canibal es hoy una película de culto es gracias a su labor de post dirección, sin eso hubiese sido simplemente la película repugnante que hoy nos queda por ver; y que, sinceramente, ya no escandaliza a nadie tanto como en las salas de cine, hace veinte años, hacía.