Capítulo 1. La elección.

Recuerdo que por aquellos días, andaba con una muchacha en plan "conocernos más a fondo". Y como quedaba muy cutre ir directamente al grano, pues para darle más elegancia al asunto decidimos ir durante ese periodo de exploración al cine, cenar algo, y así quedar como unos auténticos adultos dejando lo evidente como guinda final.

En la cartelera de por aquel entonces andaba, como favorita mía, "El exorcismo de Emily Rose". Como candidatas de ella; una de Harry Potter (vete tú ahora a saber cual era, de entre la media docena que se hicieron en dos días), y la de "Camarón".

Ni a ella le iba la de Emily Rose, ni a mí, ni la del mago ni la del cantaor. Así que como ella puso bastante de su parte y yo no, fuimos a la de la Rose (extraordinaria, por cierto). Lo peor es que a la semana siguiente seguimos con el mismo plan. Y claro, aunque se me iban los ojos tras otra nueva película, no podía coger un berrinche y cedí ante la elección de ella. Mira si era/es buena persona, que dentro de sus dos pelis me dio a elegir. Ninguna de las dos me hacía nada de gracia... pero puesto a elegir; no se me apetecía nada ver al gafitas con una escoba entre las piernas... así que con todo el dolor de mi corazón pronuncié; -veamos Camarón-.




Capítulo 2. La sala.

Yo no se que pasa con los filmes dedicados a ciertos artistas, que los espectadores pierden el respeto absoluto por el silencio, confundiendo un cine con un concierto. Al cine se va a ver una película; y si lo que a alguno le gusta es cantar simultaneamente con el original, que se ponga su mp3 y se vaya a dar por culo a otro lado.
Esto que comento, me acuerdo que pasó con "8 millas" también. Un montón de niñatos moviendo sus putas manos al son rapero mientras rapeaban a toda leche las canciones de marra que interpretaba el Eminem a su misma par. De verdad que no me lo explico; se que tienes 18 tacos, se que te flipa el rap, se que te molan las litronas y se que te las tomas sobre tu moto estacionada junto a las de tus colegas a las 01.30 horas en la plazoleta. No me tienes que demostrar en una sala de cine que te sabes la letra, macho; te callas y sólo abre tu bocarrón para engullir el puñado de palomitas, carajo!.

Pues a esto mismo le pasó al Camarón. Me pegué toda la película oyendo docenas de voces flamenqueando a todo pulmón. Y ya que estaban metidos en el ambiente, se me acercó un tío (con pintas de meterse en la bañera una vez por quincena) en mitad de la película, y me preguntó tan tranquilamente si tenía papel y tabaco... esta gente fijo que no fueron en la puta vida al cine más que para ver al Camarón. Y lo peor de todo, es que esto ya yo me lo olía.


En spoiler capítulo 3.