Un día, así como el que no quiere la cosa, Matthew se queda atrapado a oscuras en un ascensor con una chavalota a la que extrañamente no ha mirado a la cara mientras hubo luz. Cosa rara, ya que cualquier tío tiende a escanear al ejemplar femenino (con margen generoso de edad) que se introduzca en ese campo imaginario que ocupa unos quince metros cuadrados alrededor de sí (y creo que me quedo corto). Total, ya saben, que si a ver cuando nos sacan, a ver si esto dura mucho, y al final acaban, creo que por aburrimiento, echando un leñazo de categoría. Lo normal.

A falta de tabaco, el chaval, tras el sentido homenaje, decide quedarse sobado allí mismo. Al despertar del letargo, ya funcionaba la luz, las puertas estaban abiertas, pero la misteriosa joven había desaparecido.
Y como se ve que Matthew no estaba muy hecho a intimar con el sexo opuesto, decide así porque sí, que aquella a la que poseyó durante unos minutos tendría que ser la mujer de su vida.

Así que nuestro joven, haciendo gala de un maravilloso ingenio, se dedica a ejecutar putaditas al edificio en donde dormitan cien chicas (entre ellas la amada), y se presenta como "el tío de mantenimiento" para tener la libertad, una vez dentro, y encontrar a la que se supone amor de su vida. No está mal, currando sin papeles, como aquí en España.

Las cien chicas muy monas, muy simpáticas, y todas sin novios o maridos; pa que Matthew pueda entrarle a la que le de la gana sin el maromo encima, me imagino. Miento, una de ella sí tiene pareja. Y es un capullo integral; este personaje era tan tonto como necesario en la trama para que en alguna escena se pudiera lucir nuestro amigo dándosela de machote cargándole las pilas al bestia otro.

También pulula por la peli el mejor amigo de Matthew; al cual no definiré por si vosotros, usuarios de filmaffinity, habéis acabado de comer/cenar.

Y poco más. Te llega a entretener la peli, aunque está muy lejos de convertirse en comedia-adolescente para el recuerdo.