Lo referencial, lo autorreferencial, el homenaje, es tan anecdótico en esta película que puede ser advertido al público antes de verla. Todo esto es tan epidérmico...

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"La piel que habito" es el último pináculo de un artista cuya obra global versa sobre "el deseo".

El tono pintoresco en la filmografía del manchego consistía en una simple pero difícilmente apreciable paradoja en la mente del autor: No es lo mismo desear a los hombres que sentir el deseo como una mujer.

Si bien es cierto que los "almodovismos" en este film son atrezzo puro, que llegan en algunos casos a irritar, esta "La piel que habito" es una película superior. Almodovar llega a puerto, corre el velo, descubre la "paradoja", e imprime una fuerza varonil a su trabajo que algunos intuíamos agazapada. Se desprende de la piel artificial (con algún resquicio o gag como bisutería accesoria); admite, al igual que García Lorca, su pasión masculina, su numen puramente tetosterónico. Sus cojones.

Final de portazo, maravilloso. El autor se muestra, alumbrándose a sí mismo al mundo.