Habíamos quedado en Coney island. Cuquin, nombre que él considera potente, me había citado allí. Había dicho: Asere, avisa cuando estés por aquí que yo procuro estar. Había dejado a la parienta en el hotel con el portátil, prometiéndole que no iba a ver a ninguna mujer. Mientras esperaba, me abroché la cazadora de cuero, pues solo llevaba el polo rojo de manga corta debajo.

Cuquin, se presentó. Le abracé. Era incluso más alto que yo, seguía siendo muy fuerte, de manos enormes, de cuerpo velludo rojizo al igual que su media barba. Nada que ver con el típico cubano. Fuimos al kiosquito y compramos Beck´s. "Yo no bebo, antes de que se pusiera de moda el gin tonic, bebía "Mombasa", pero ahora nada.", le dije. "Estás loco, andaluz, pero eres buen hombre", me volvió a decir.

El mar pegaba fuerte, este año había hecho mucho frío, las nubes seguían estancadas, tan quietas que te preguntas si realmente algo las para en su trasiego. Cuquin y yo hablamos del jamón serrano, de Nino Bravo y de su equipo de Baseball, aún sabiendo que en Europa nos aburre ese juego yanki. Luego hablamos cine. Es inevitable "Papillon", casi estoy aquí por eso.

-"Cuatro veces me eché al mar y las cuatro me cogieron. Tocó penal. Luego para Panamá, el penal de Coiba. Ahora ya se cerró. Yo no tuve problemas allá, pues peleaba bien y mi voz era trueno", se ríe.

- ¿Y qué comiaís?.

- En Coiba, nos daban la mitad de una latica de tomate usada con maní, el agua era procesada, salubre y los insectos que pudiéramos cazar, algunos inmensos.

- ¿Cómo escapasteis?

- Nos escapamos tres en una visita de las autoridades al penal, en la misma embarcación oficial y sospecho que con el conocimiento de los oficiales, aunque eso no lo puedo asegurar.

Miró al mar con sus ojos acerados.

- Recuerda que yo nací y viví en Cuba, la más ominosa ergastula de existe. Mi sueño fue siempre llegar aquí, a la Yuma, este país imperfecto, pero que siempre fue para mí grandioso. Aún en Coiba siempre me consideré libre. Adivina que canción silbaba. Luego, el resto de los presos, algunos con perpetua, empezaban a cantar conmigo.

- ¿"Libre", de Nino Bravo?

- Sí, fue la voz de mi generación. Yo lo considero cubano.

Nos quedamos un poco más allí, hablando de Perez Galdós y de como los miameros cubanos adoraban a Concha Velasco. Un potaje de referencias artísticas inverosímil a todas luces. Incómodo por usar el humor de España, a pesar de que los cubanos, quizás por ser los últimos que perdimos, son los más parecido en idiosincracia a los españoles de toda sudamérica.


- La próxima vez en Andalucia, así pruebas el Joselito de 5 bellotas a mi cuenta.

- Ya veremos, bro. Ya veremos.

Se fue como vino, dando la sensación de que se conocía todo aquello aún sin vivir allí. Con esos extraños andares que no son ni de turista ni de vecino del lugar. Camino de vete a saber dónde.

Lo casi lógico, es limitar los paraisos a un lugar de palmeras y una playa cristalina, bebiendo Beck´s y en libertad, a pesar de que nunca casara bien en una misma frase limitar y libertad. En el aparente estrecho margen donde se separan felicidad y libertad, de vez en cuando algunas personas se encuentran en la deriva en ese piélago diminuto, con mareas igual de caprichosas e ingobernables que las que golpean en la costa.

Me fui alejando por aquel paseo, los faroles se empezaban a encender. Quise pensar que el rumor de las olas sobre la playa corroboraban mis pensamientos.