Espero ansiosamente que en algún momento Furia de Titanes se dedique a abordar a la mitología (ultra libre y abundante en licencias) tal como la viene pregonando desde la primera: con los dioses en tela de juicio; con humanos que ya no creen en toda su sapiencia y poderes varios. Porque, curiosamente, son los mismos dioses los que terminan ganando protagonismo, en esta sobre todo, cuando en realidad nunca están terminando de extinguirse. Digo ésto porque los dioses tienen apariencia y reacciones humanas, al margen de lanzar relámpagos y poner cara de "la tengo re-clara", se pelean entre ellos como adolescentes conflictuados al grado de quedar peor parados que los limitados humanos. Esta deformación del máximo poder ya estaba presente en la mitología griega, sólo que en esta producción moderna la difusa diferencia alcanza niveles cuasi grotescos.

Porque si hablamos de dioses, monstruos y humanos dispuestos a todo lo mínimo que cabe esperar es una obra de tono épico. Y estas películas son grasosas, muy grasosas. Los valores por los que pelean son los que determinan la épica resultante, no los efectos especiales, ni la época, ni las vestimentas. Ni siquiera se cuida el léxico empleado: los dioses hablan como humanos, visten como humanos y se dan tundas como esos programas de lucha libre en un ring con piso de chapa para que las caídas resuenen más. El aire terroso constante es lo mejor de Furia de Titanes, o sea un mero detalle técnico que aporta noción de sequedad, subordinado a la geografía rocosa-desértica donde todo se desarrolla. Vaya mérito.

Es confusa en sus escenas de acción. Las criaturas poseen rasgos demasiado deformes (no hay una sola que no babee hasta morirse). Ésto se busca para impactar; lo curioso es que el impacto conseguido está a años luz de lo que un espectador pretende en tanto producto-solemne y bla bla; es un impacto de otra naturaleza. Furia de Titanes persigue una estética basada en la suciedad visual. Por suerte evita la pose convencional de los héroes de turno puesto que de hacerlo, presentando a esos personajes, hubiera caído en un despropósito.

Y el guión. Uno no exige genialidades, pero por lo menos que el espectador haga la plancha viendo las carnalias y subordinando el interés por el guión existente. No ignorándolo por completo.