Una de las cualidades de las dos primeras entregas de x-men era justamente su fidelidad al cómic, fidelidad compleja puesto que la historieta tenía ese tiempo que la peli no posee para perfilar a cada personaje en semejante ensalada de mutantes. Curiosamente, esa alteración en la historia real funcionó más que bien y no hay que olvidar que nos encontramos ante cambios radicales.

El montaje, la fotografía y los efectos de la peli son notables; el ritmo no decae nunca y cuando lo hace es porque debe hacerlo. Una desaparición que vuelve a escena y que respeta una historia ya cantada de antemano por el cómic se combina con una vacuna anti-mutantes. Siempre es válido resaltar los valores y/o planteos sociales/éticos de estas producciones, pero no conforman el eje de una trama que nunca deja de ser pochoclera.

Lo extraño es la decisión final del director, ultra radical y de interpretación cuasi vanguardista porque si bien la peli desbordaba de personajes, no por ello debía optar por algo tan brusco: lo cierto es que optó y el resultado fue catedrático, aunque quizas no tanto para los fans más apegados a la historieta.