Remake más que digna de aquel clásico, no solo por su manufactura técnica sino por, principalmente, no parasitar de forma excesiva de la obra original. Se podría decir que en el nuevo Karate Kid se respetan los arquetipos que forman la base de la historia, pero su tratamiento narrativo se corresponde con el de una obra original en sí misma.

Dentro de su épica clásica, la obra de Zwart combina la vieja solemnidad con una narrativa más lisa y callejera. Se respetan las secuencias memorables y en torno a ellas se construye un dispositivo singular. A ver: la obra transcurre en China, no en Detroit, lo cual parecería que es un intento más bien resultón de combinar la primera y la segunda de las pelis originales. Que los personajes posean nombres distintos no es un mero anhelo de diferenciación, es un ejemplo de que la peli ha armado, en base a los mismos arquetipos, distintos caracteres. Dre no es Daniel San, es más vivaracho y "pizpiretto", un chanta pufi, como se diría en Argentina y carece de esa mágica inocencia del actor adolescente. Han, desde luego y gracias a Dios, no es el señor Miyagi, parece más pudoroso y menos grandilocuente (sin tomar esto como una palabra peyorativa); es decididamente un sujeto más terrenal.

La nueva Karate...no se limita a su historia, más bien elabora un contexto: una China agresiva y equilibrada, casi paradójica, en donde sus personajes no es que buscan armar el ying yang; el ying yang ya se halla presente en cada pausa, cómica e incómoda o de respiro dramático, y que busca ser hallado por sus personajes. Es de notar que ese objetivo se consigue con creces.