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Voto de Juan Rúas:
7
5,8
4.298
Comedia
Solitario y deprimido, John (John C. Reilly) acaba de saber que su exmujer planea casarse de nuevo. A pesar de todo, inesperadamente, conoce en una fiesta a la guapa y encantadora Molly (Marisa Tomei). Entre ellos surge una relación apasionada hasta que Cyrus (Jonah Hill), el hijo de Molly, entra en escena y se interpone entre ellos. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo se le puede subrayar a esta dupla de directores es el haber hecho una peli sobria desde un tema que en otras manos, varias manos, hubiera terminado en un delirio hueco americano, con pastelazos y confesiones igualmente apasteladas.
Lo que prima aquí es un drama ligero salpicado de humor en donde tres personajes intentan convivir a pesar de sus, extremas, limitaciones a la hora de sociabilizar con lo externo. La dependencia parte del prota pero establece su dominio sobre todas las relaciones que se muestran: posesión, amor e inseguridad en medio de un contexto no evolucionado e inmaduro. Los tironeos hacen a la intensidad de la peli y por suerte no hay abuso de los mismos, puesto que no hay abuso de los recursos ni de los tonos utilizados. La cámara viaja junto a ellos como una testigo medio tímida, medio intrusa: ella también parece querer afincarse dentro de territorios que les son ajenos. La decisión de hacer reptar la trama entre el drama más mundano y la comedia picarona puede, eso sí, generar efectos dispares en el espectador puesto que esta no se decanta, juega por el medio y a veces retener tanto la pelota puede jugarle en contra.
Madre/hijo/amante-padre y las relaciones son, por suerte, bastante similares a lo que cabría esperar dentro de una situación así: algo de tensión, algo de incomodidad, algo de sabia chatura para este triángulo humano.
Lo que prima aquí es un drama ligero salpicado de humor en donde tres personajes intentan convivir a pesar de sus, extremas, limitaciones a la hora de sociabilizar con lo externo. La dependencia parte del prota pero establece su dominio sobre todas las relaciones que se muestran: posesión, amor e inseguridad en medio de un contexto no evolucionado e inmaduro. Los tironeos hacen a la intensidad de la peli y por suerte no hay abuso de los mismos, puesto que no hay abuso de los recursos ni de los tonos utilizados. La cámara viaja junto a ellos como una testigo medio tímida, medio intrusa: ella también parece querer afincarse dentro de territorios que les son ajenos. La decisión de hacer reptar la trama entre el drama más mundano y la comedia picarona puede, eso sí, generar efectos dispares en el espectador puesto que esta no se decanta, juega por el medio y a veces retener tanto la pelota puede jugarle en contra.
Madre/hijo/amante-padre y las relaciones son, por suerte, bastante similares a lo que cabría esperar dentro de una situación así: algo de tensión, algo de incomodidad, algo de sabia chatura para este triángulo humano.