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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
7
Drama. Comedia Walter Black (Mel Gibson) es un hombre que padece una profunda depresión. Su única vía de escape, su único consuelo, es una marioneta que representa a un castor, al que trata como si fuera una persona. Perseguido por sus propios demonios, Walter, que fue en otro tiempo un exitoso ejecutivo de una empresa de juguetes, emprenderá con su marioneta un viaje de autodescubrimiento... (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La frase procede del hijo ficticio de Gibson, hijo que posee su propia trama dentro de la peli y que es imposible desligarla del eje central de la obra: el castor y todo lo que eso conlleva. Antes que nada: El castor hubiese sido una peli genial de no ser por ciertos tópicos de familia bien americana que pululan por el mensaje final. Un mensaje que, previamente, presentaba una riqueza conceptual inusitada para los tiempos que corren.

En principio, sí, la idea del castor es disparatada, pero sólo basta con pensar lo que usualmente nos tragamos como premisas principales de una película para darle el pulgar en alto. Lo cierto es que detrás de la obra de Foster predominan la obsesión y la apropiación, ésta última mucho más acentuada desde la sutileza: la misma Foster nos dibuja, por suerte, un personaje de matices siniestros. Es ella misma, y no el castor, la que desea a Gibson, o a Walter, hasta el extremo de cosificarlo. Todos somos un poco marionetas de nuestro entorno, es cierto, pero también es cierto que El castor no se ahorra una demagogia final basándose en los clásicos instintos de superación que pueblan hoy por hoy el cine norteamericano. De allí su mayor pega: hacer de una voraz y cínica tragedia un salto de redención completamente innecesario.
Lo mismo sucede con esa doble trama en la que se encuentra el hijo: en algún punto, es igual al padre y en algún punto se deja llevar por los deseos de una persona ajena a él, como la Lawrence. Ambas tramas presentan el mismo adorno de última moda, adorno que sepulta a esta peli de potencial genialidad a una entremesa singular pero con aires familieros baratos.

Quiero rescatar a Gibson, su disociación para con esa marioneta es realmente escalofriante. Aunque, desde luego, llevada casi inevitablemente al extremo de lo ridículo.
Juan Rúas
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