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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
9
Drama Erik, un joven de 16 años expulsado de su escuela por su comportamiento violento, recibe la última oportunidad cuando su madre la envía a un exclusivo colegio privado. Allí pronto descubrirá, sin embargo, que los alumnos mayores ejercen un cruel reinado del terror sobre los estudiantes más jóvenes. (FILMAFFINITY)
27 de abril de 2010
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las principales sensaciones que acompañan a esta peli es la de sentir que, en cualquier momento, nuestra propia tolerancia va a encontrar su punto límite, entraremos por vía metafísica a través de la pantalla y haremos justicia por mano propia. O bien, dicho de forma más concisa: la empatía inevitable con el sufrido prota.

Y es que no hay lugar para las vueltas: cuando una peli, cuya temática es la injusticia desmedida a base de fuerzas totalitarias, está plasmada desde la mirada de la víctima...el espectador se transforma, más a la corta que a la larga, en una víctima más.
Desde luego, no sólo el prota se encarga de hacernos carne trémula de su sufrir, es también una fotografía nítida; unos travellings de acercamiento allí, donde no querés ver; un devenir argumental bien conocido, puesto que las torturas serán cada vez peores y se nota poco después de iniciado el conflicto, pero esto no es un error, tan sólo una decisión formal.

El asco que provoca la asepsia de los que tienen el poder, esos garabatos de traje y corbata que cenan como en otro plano junto a las desmesuras que plagan su propia institución. Ese asco es, quizás, el que realmente no se tolera.

Por otro lado, y considero a este el punto tanto más interesante como debatible de la peli, la postura del prota es de una blancura, una excelencia moral que lo ubica, casi sin querer/queriendo, en un terreno que está más allá de toda limitación humana: su manera de resolver el conflicto es una prueba palpable de ello, colocando a este sujeto en una dimensión heroica sólo comparable a las de, por ejemplo, el Mio Cid o el Conde de Montecristo. Aunque es cierto que desafía un poco los límites de la verosimilitud.

Una de esas pelis para ver con los dientes apretados, como masticando maldad...
Juan Rúas
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